Atornillados
los pies
en la boca
del barro,
quería despegarse
cuando se muere
y extravía
los agujeros
de la cabeza,
pero
no había
cielo
en los cielos
ni músculos audaces.
Eran
ojos
que se miraban
las cejas,
los pelos atrapados,
la cordial
mecánica
del olvido,
la miel que chorreaba
apenas un agua roja
en este mundo
y el otro,
y el otro,
que no lo abrazaban,
azúcares con arsénico.
- Inédito -
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