LECTURA DANTIS\
LECTURA DANTIS
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Purgatorio, 5Cassero y Montefeltro, el que huyó a pie ensangrentando el llano. La Pía Tolomei, un relato conmovedor en un solo verso
Purgatorio, 5
Cassero y Montefeltro, el que huyó a pie ensangrentando el llano. La Pía Tolomei, un relato conmovedor en un solo verso
Y en tanto, por la cuesta atravesando,
venían gentes delante de nosotros,
cantando Miserere, verso a verso.
Cuando vieron que no daba lugar
por mi cuerpo al paso de los rayos,
el canto se hizo "oh!", ronco y largo;
y dos de ellos, como mensajeros,
corrieron hacia nosotros y demandaron:
"De vuestra condición, hacednos sabios".
Y mi maestro: "Pueden ir y contestarle
a quien los ha mandado
que el cuerpo de este es carne verdadera.
"Si para ver su sombra se pararon,
como yo creo, ya tienen la respuesta:
háganle honor, que puede honrarlos".
Vapores encendidos no vi tan rápidos
al nacer la noche hender el sereno,
ni, sol menguando, nubes de agosto,
como aquellos regresaron más arriba;
y, junto con los demás, volvieron
a nosotros, como tropa ya sin brida.
"Esta gente que a nosotros viene es mucha,
y vienen a rogarte", dijo el poeta:
"pero tú camina, y andando escucha".
"Oh alma que vas a ser dichosa,
con los miembros con los que naciste",
venían gritando, "un poco el paso aquieta.
"Mira si a alguno de nosotros viste,
tal que de él allá lleves noticias;
ah, ¿por qué te vas? ¿por qué no te detienes?
"Nosotros fuimos por la fuerza muertos,
y pecadores hasta la última hora;
entonces nos hizo sabios la luz del cielo,
"tal que, arrepintiéndonos y perdonando,
de la vida salimos en paz con Dios
y el deseo de verlo nos aflige".
Y yo: "Por más que en sus rostros miro,
no reconozco a ninguno; mas, si les place
algo que pueda, espíritus bien nacidos,
"díganlo, y yo lo haré por esa paz
que, tras los pies de mi guía señalado,
de mundo en mundo me llevan a buscar".
Y uno comenzó: "Cada uno se fía
del beneficio tuyo sin jurarlo,
a menos que tu voluntad sea impedida.
"Por lo que yo, que ante los otros hablo, *
te ruego, si ves de nuevo aquel país
que está entre la Romaña y el de Carlos,
"que tú de tus ruegos me hagas cortesía
en Fano, tal que por mí se rece bien
para que pueda purgar las ofensas graves.
"De allí fui yo; mas los profundos agujeros
por los que salió la sangre en que vivía
me los hicieron en el seno de los Antenores,
"allá, donde más seguro creía estar:
el del Este lo mandó, que en ira me tenía,
mucho más de la que tolera la justicia.
"Pero si hubiese huido hacia la Mira,
cuando alcancé Oriaco,
todavía estaría donde se respira.
"Corrí al pantano, y las cañas y el barro
me atraparon de modo que caí; y de mis venas
vi hacerse en tierra un lago".
Luego dijo otro: "¡Ah, si el deseo
que te trajo al alto monte
se cumple, ayuda al mío!
"Yo fui de Montefeltro, soy Bonconte; **
Giovanna y otros de mí se olvidan;
por eso voy entre estos con la frente baja".
Y yo a él: "¿Qué fuerza, qué ventura,
te arrastró tan lejos de Campaldino,
que nunca se supo de tu sepultura?"
"¡Oh!", respondió, "al pie del Casentino
atraviesa una agua que se llama Arquiano,
que sobre el Eremo nace, en el Apenino.
"Adonde su nombre se hace vano,
llegué herido en la garganta,
huyendo a pie y enrojeciendo el llano.
"Allá perdí la vista y mi palabra
con el nombre de María terminó,
allí caí, y allí quedó mi carne sola.
"Te diré la verdad y dila entre los vivos:
el ángel de Dios me tomó, y el del infierno
gritaba: 'Oh tú, el del cielo, ¿por qué me privas?
"'¡Tú te llevas de este lo eterno;
por una lagrimita me lo niegas,
pero de lo otro haré gobierno!'
"Bien sabes cómo en el aire se recoge
aquel húmedo vapor que en agua llueve,
no bien sube donde lo toma el frío.
"Se juntó el mal querer, que quiere el mal,
con el intelecto, y movió nube y viento
por el poder que tiene su naturaleza.
"Entonces el valle, cuando se apagó el día,
desde Pratomagno al monte se cubrió
de niebla; y el cielo se hizo más pesado,
"tal que el denso aire se volvió agua;
cayó la lluvia y fue a las zanjas
todo lo que la tierra no absorbió;
"y como se juntó en grandes torrentes,
hacia el río principal tan velozmente
se arrojó, que nada pudo contenerla.
"Mi cuerpo helado, en su embocadura
encontró el nombrado Arquiano, y al Arno
lo empujó, y borró la cruz del pecho
"que yo hice cuando me venció el dolor;
me agitó por la orilla y por el fondo,
luego con sus presas me cubrió y ciñó".
"Ah, cuando hayas regresado al mundo,
y descansado de la larga vía",
siguió el tercer espíritu al segundo,
"acuérdate de mí, que soy la Pía: ***
Siena me hizo, me deshizo Maremma:
lo sabe aquel que, cuando era viuda,
volvió a desposarme con su gema".
Dante Alighieri, Divina Comedia, Ediciones LOM, Santiago de Chile, 2018
Traducción y comentarios de Jorge Aulicino
* Jacopo da Cassero, jefe güelfo, a quien hizo matar Azón II de Este a fines del 1200 en las ciénagas de Oriaco, cerca de Padua, fundada mitológicamente por Antenor, es el primero que habla en nombre de las almas de los que murieron violentamente. La figura "la sangre en la que vivía" alude, según comentaristas, a la creencia, fundada en Empédocles, de que la sangre es la sede del alma.
** Hijo del conde Guido de Montefeltro (ver Infierno, XXVII). Combatió en 1289 en Campaldino, batalla que libraron los güelfos de Florencia contra los gibelinos de Arezzo. Se supone que Bonconte murió no muy lejos, pero su cuerpo nunca fue encontrado. Ahora está tan avergonzado de que su mujer y demás deudos no lo recuerden, que marcha con la frente baja, incluso entre quienes fueron sus enemigos.
*** Pia Tolomei, dama de Siena, casada en segundas nupcias con Pannochieschi, señor del castillo de Pietra, quien la arrojó en 1295 por una ventana a las marismas. La historia, hecha de las habladurías de la época, supone que su nuevo marido la creía infiel, o que en verdad quería casarse con una nueva heredera, rica y hermosa, aunque no lo consiguió. Con la breve aparición del personaje en los últimos versos de este canto, Dante convierte el relato de "la Pía" en uno de los más conmovedores de la Comedia. Su ruego elemental (“acuérdate”, pues no tiene quien ruegue por ella) y su conciso "Siena me hizo, me deshizo Maremma", contrastan marcadamente con los ornamentados relatos que de sus penurias hacen Cassero, y, sobre todo, Montefeltro. El artículo “la” antepuesto al nombre tiene especial resonancia familiar en la Argentina.
Comentario aparte:
Reproduzco el ensayito sobre Pia Tolomei incluido en el 'El amor que no perdona' (Ediciones Seré Breve, Buenos Aires, 2022):
:
“Ricorditi di me, che son la Pia"
El Canto V del Purgatorio tiene tanta emoción verdadera como el V del Infierno, pero no tanta fama. El del Infierno narra la historia de Francesca da Rimini y Paolo Malatesta, sacudidos por una tormenta infinita y privados de paz en el círculo de los pecadores de la carne. El romanticismo ha hecho de los cuñados amantes una fama merecida, porque la inocencia es el espíritu del relato y hay en el beso de ambos algo de la lánguida e inquieta sensualidad heroica del teatro isabelino: "Pálidos eran los labios que besé y pálida la forma que flotó conmigo sobre aquella melancólica tormenta", dirá John Keats en “Un sueño, luego de leer sobre Paolo y Francesca en el Infierno de Dante”. Pero la emoción no hace base aquí, a mi juicio, sino en la dinámica narración que recuerda, de pronto, no aquel momento de gloria condenado, sino el dolor actual. Dante ha estado ya pensativo y doloroso, al iniciar Francesca su historia, al punto de que su maestro le ha preguntado -como camarada antes que como maestro-: "¿En qué piensas?". Dante reacciona con una expresión antigua de tristeza: “O lasso”, que equivaldría a un “ay de mí”, o “qué pena”. Siente piedad y se lo dice a Francesca, que es la que lleva la voz viva del relato -"como aquel que habla y llora"-, pero quiere saber cómo pudieron conocer el deseo o qué los llevó a ello. Francesca es enérgica desde el comienzo, asertiva y de recatado orgullo. Ella cuenta la escena del beso (“éste, que de mí jamás será apartado, la boca me besó, todo tremante”), a pesar de que hubiese correspondido, para la época, que el caballero se hiciese cargo de su asalto. ¿Dónde estaba el caballero entretanto? No bien ella dice que después de aquel beso no siguió adelante la lectura compartida del libro de Arturo -un bastante claro modo de insinuar, como lo hubiese hecho Shakespeare tres siglos después, qué fue lo que siguió al beso aquel-, como un relámpago aparece la cara de Paolo bañada en llanto: el presente dolor. Es esto lo que precipita a Dante por tierra, no el final del relato, que es suavemente erótico. Y es Alighieri, no su Dante, el que siente que desfallece al reencontrar el conmovido rostro de Paolo, y enhebra aquella frase que suena como un tambor fúnebre en el áspero toscano: “Ecaddi, come corpo morto cade” (y caí, como cuerpo muerto cae).
El final del Canto V del Purgatorio encierra en siete versos una emoción acaso tan potente y tan conmovedora. Pero veamos cómo se llega a esto.
Están Virgilio y Dante en las escarpas del Purgatorio, esto es, no han iniciado aún la ascensión del monte que conduce al Cielo. Tampoco la han iniciado las almas que andan por allí, en grupos, aunque se encaminan vagamente hacia la cuesta. Topan los poetas con las almas de quienes murieron con violencia pero que han llegado a arrepentirse de sus pecados antes de expirar. Las ánimas se asombran al ver que el cuerpo de Dante proyecta sombra y lo rodean prestamente. Virgilio les dice que en efecto su acompañante es de piel y huesos, y que les conviene contar sus historias si quieren que él las difunda en la tierra e incite a sus allegados a rezar por su gloria. Esto no es casual: es un ruego que se repite a todo lo largo del Purgatorio, puesto que los rezos de los vivos son los que pueden acelerar, precisamente, la purga.
Dos caudillos militares hablan primero. Son el uno güelfo (papista, como Dante en su origen) y el otro gibelino (partidario del emperador germano): Jacopo da Cassero, quien murió desangrado en las ciénagas cercanas a Padua en una trampa tendida por Azon II de Este, y Bonconte da Montefeltro, hijo de Guido (este último está en el Octavo Círculo del Infierno, entre los fraudulentos, pues, además de que en vida se hizo o dejó hacer fama de Lobo y León, por hazañas inexistentes, y confiesa que en realidad mereció ser llamado Zorro, dio también consejo fraudulento).
Dos historias de sangre, pero una más extraña que la otra. Cassero dirá que por sus heridas manó "la sangre en que vivía" y formó un lago, de donde se supone que Dante era partidario de la idea de que el alma reside en la sangre, popular en la Edad Media. El otro es literalmente un desaparecido. Montefeltro es el "capitán del Purgatorio" que cita Jorge Luis Borges en su "Poema conjetural". Borges pone en el pensamiento de Narciso de Laprida la imagen de quien se esfumó en la batalla de Campaldino* "huyendo a pie y ensangrentando el llano" (Borges cita a Dante literalmente).
El final, la revelación de Montefeltro, es que su cuerpo desaparecido fue objeto de una disputa entre un demonio y un ángel: el ángel acepta darle el cuerpo al demonio y se queda con el alma, y ahora el cuerpo está en el fondo del Arno, adonde lo arrojó una fuerte tormenta. Nada más la descripción de esa tormenta le lleva a Bonconte da Montefeltro nueve versos, tres más que los que empleará al alma siguiente en invocar su vida entera, y ocho, si se tiene en cuenta que la vida entera de ese personaje se cuenta en verdad en un solo verso inmortal.
Bruscamente -tan bruscamente como reaparece el rostro de Paolo en el Infierno-, esto es, no bien Montefeltro acaba de decir "junto con sus presas, [el Arno] me cubrió y ciñó" se oye la voz de Pía Tolomei, sin transición. Y este es el modo en que finaliza el Canto V del Purgatorio:
"Ah, cuando hayas regresado al mundo,
y descansado de la larga vía",
siguió el tercer espíritu al segundo,
"acuérdate de mí, que soy la Pía:
Siena me hizo, me deshizo Maremma:
lo sabe aquél que, cuando era viuda,
volvió a desposarme con su gema".
"Ricorditi di me, che son la Pia", y "Siena mi fé, disfecemi Maremma" son dos versos que como dos martillazos, un epitafio, cierran este capítulo, antes de que lo concluya la propia Pía con el envío a su asesino.
.
* La batalla de Campaldino se libró el 11 de junio de 1289 entre los güelfos (papistas) de Florencia y los gibelinos (partidarios del Sacro Imperio) de Arezzo, en los llanos de la margen izquierda del Arno, cerca del convento de Certomondo en la Toscana, bajo un clima tormentoso. Fue un triunfo arrasador de los papistas, que causaron 1700 muertos entre los gibelinos y contaron 300 entre los suyos. Dante Alighieri fue en aquella batalla uno de los 'feditori' (soldados elegidos que iban en la primera línea) de los güelfos. Tenía 24 años.
*
Otro comentario aparte, casi obligado por la polémica:
Dos "mensajeros" de un nuevo grupo de penitentes se hacen cargo de que Dante está vivo y corren a informar al resto de la mesnada. Para dar idea de la velocidad con que lo hacen, Dante echa mano a una hipérbole: la compara con un fenómeno celeste, el de las 'stelle cadenti' (estrellas fugaces), o bien con el del relampagueo de una tormenta de verano en medio de las nubes. Es el resultado de la economía sintáctica de Dante y de una intencional ambigüedad léxica que le permite construir una de las más preciosas imágenes poéticas de la Comedia, y de las más modernas -en su ambigüedad deliberada finca la modernidad-, pero ha dado lugar a una polémica para establecer su -digamos- "recto" sentido.
Dice el original:
'Vapori accesi non vid'io sì tosto
di prima notte mai fender sereno,
né, sol calando, nuvole d'agosto,'
lo cual, traducido casi literalmente da:
/Vapores encendidos no vi tan rápidos
al nacer la noche hender el sereno,
ni, sol menguando, nubes de agosto,/
Esos "vapores" encendidos no son evidentemente vapores, ni -en el sentido que suele darle Dante- nubes. Si nubes se les llama en el tercer verso a las nubes, aquéllos no son nubes ni vapores. Por otra parte, la velocidad no caracteriza a las nubes. Entonces se trata de estrellas fugaces que atraviesan el cielo sereno -despejado-, a las que Dante llama libremente "vapores encendidos". Ahora bien: las estrellas fugaces no suelen cintilar en medio de las nubes, de modo que ahora entran en escena otros "vapores encendidos": los relámpagos, que muchas veces relumbran y se apagan entre las nubes cuando todavía no ha empezado la tormenta. Que sean nubes de agosto y del atardecer parece necesario aclararlo pues se creía que los vapores de la tierra, en verano, daban lugar muy rápidamente a relámpagos al término de un día agobiante.
No haría falta esta lectura si no hubiese existido un inexplicable afán de explicar. Y de tomar partido por estrellas fugaces, por relámpagos o por ambas cosas. Muy bien: tomamos partido por ambas cosas. Pero dejando constancia de que es totalmente innecesario hacerlo, porque el terceto vive por sí mismo y tiene, además, la facultad de enviarnos a los veranos del mundo humano, desde las escarpadas laderas de un monte sobrenatural.
*
Imagen: Las almas que murieron por la violencia, y se arrepintieron de sus pecados antes de expirar. William Blake, Purgatorio, siglo XIX
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Purgatorio, 5
(...)
E 'ntanto per la costa di traverso
5. 23 venivan genti innanzi a noi un poco,
5. 24 cantando "*Miserere*" a verso a verso.
5. 25 Quando s'accorser ch'i' non dava loco
5. 26 per lo mio corpo al trapassar d'i raggi,
5. 27 mutar lor canto in un «oh!» lungo e roco;
5. 28 e due di loro, in forma di messaggi,
5. 29 corsero incontr'a noi e dimandarne:
5. 30 «Di vostra condizion fatene saggi».
5. 31 E 'l mio maestro: «Voi potete andarne
5. 32 e ritrarre a color che vi mandaro
5. 33 che 'l corpo di costui è vera carne.
5. 34 Se per veder la sua ombra restaro,
5. 35 com'io avviso, assai è lor risposto:
5. 36 fàccianli onore, ed essere può lor caro».
5. 37 Vapori accesi non vid'io sì tosto
5. 38 di prima notte mai fender sereno,
5. 39 né, sol calando, nuvole d'agosto,
5. 40 che color non tornasser suso in meno;
5. 41 e, giunti là, con li altri a noi dier volta
5. 42 come schiera che scorre sanza freno.
5. 43 «Questa gente che preme a noi è molta,
5. 44 e vegnonti a pregar», disse 'l poeta:
5. 45 «però pur va, e in andando ascolta».
5. 46 «O anima che vai per esser lieta
5. 47 con quelle membra con le quai nascesti»,
5. 48 venian gridando, «un poco il passo queta.
5. 49 Guarda s'alcun di noi unqua vedesti,
5. 50 sì che di lui di là novella porti:
5. 51 deh, perché vai? deh, perché non t'arresti?
5. 52 Noi fummo tutti già per forza morti,
5. 53 e peccatori infino a l'ultima ora;
5. 54 quivi lume del ciel ne fece accorti,
5. 55 sì che, pentendo e perdonando, fora
5. 56 di vita uscimmo a Dio pacificati,
5. 57 che del disio di sé veder n'accora».
5. 58 E io: «Perché ne' vostri visi guati,
5. 59 non riconosco alcun; ma s'a voi piace
5. 60 cosa ch'io possa, spiriti ben nati,
5. 61 voi dite, e io farò per quella pace
5. 62 che, dietro a' piedi di sì fatta guida
5. 63 di mondo in mondo cercar mi si face».
5. 64 E uno incominciò: «Ciascun si fida
5. 65 del beneficio tuo sanza giurarlo,
5. 66 pur che 'l voler nonpossa non ricida.
5. 67 Ond'io, che solo innanzi a li altri parlo,
5. 68 ti priego, se mai vedi quel paese
5. 69 che siede tra Romagna e quel di Carlo,
5. 70 che tu mi sie di tuoi prieghi cortese
5. 71 in Fano, sì che ben per me s'adori
5. 72 pur ch'i' possa purgar le gravi offese.
5. 73 Quindi fu' io; ma li profondi fóri
5. 74 ond'uscì 'l sangue in sul quale io sedea,
5. 75 fatti mi fuoro in grembo a li Antenori,
5. 76 là dov'io più sicuro esser credea:
5. 77 quel da Esti il fé far, che m'avea in ira
5. 78 assai più là che dritto non volea.
5. 79 Ma s'io fosse fuggito inver' la Mira,
5. 80 quando fu' sovragiunto ad Oriaco,
5. 81 ancor sarei di là dove si spira.
5. 82 Corsi al palude, e le cannucce e 'l braco
5. 83 m'impigliar sì ch'i' caddi; e lì vid'io
5. 84 de le mie vene farsi in terra laco».
5. 85 Poi disse un altro: «Deh, se quel disio
5. 86 si compia che ti tragge a l'alto monte,
5. 87 con buona pietate aiuta il mio!
5. 88 Io fui di Montefeltro, io son Bonconte;
5. 89 Giovanna o altri non ha di me cura;
5. 90 per ch'io vo tra costor con bassa fronte».
5. 91 E io a lui: «Qual forza o qual ventura
5. 92 ti traviò sì fuor di Campaldino,
5. 93 che non si seppe mai tua sepultura?».
5. 94 «Oh!», rispuos'elli, «a piè del Casentino
5. 95 traversa un'acqua c'ha nome l'Archiano,
5. 96 che sovra l'Ermo nasce in Apennino.
5. 97 Là 've 'l vocabol suo diventa vano,
5. 98 arriva' io forato ne la gola,
5. 99 fuggendo a piede e sanguinando il piano.
5.100 Quivi perdei la vista e la parola
5.101 nel nome di Maria fini', e quivi
5.102 caddi, e rimase la mia carne sola.
5.103 Io dirò vero e tu 'l ridì tra ' vivi:
5.104 l'angel di Dio mi prese, e quel d'inferno
5.105 gridava: "O tu del ciel, perché mi privi?
5.106 Tu te ne porti di costui l'etterno
5.107 per una lagrimetta che 'l mi toglie;
5.108 ma io farò de l'altro altro governo!".
5.109 Ben sai come ne l'aere si raccoglie
5.110 quell'umido vapor che in acqua riede,
5.111 tosto che sale dove 'l freddo il coglie.
5.112 Giunse quel mal voler che pur mal chiede
5.113 con lo 'ntelletto, e mosse il fummo e 'l vento
5.114 per la virtù che sua natura diede.
5.115 Indi la valle, come 'l dì fu spento,
5.116 da Pratomagno al gran giogo coperse
5.117 di nebbia; e 'l ciel di sopra fece intento,
5.118 sì che 'l pregno aere in acqua si converse;
5.119 la pioggia cadde e a' fossati venne
5.120 di lei ciò che la terra non sofferse;
5.121 e come ai rivi grandi si convenne,
5.122 ver' lo fiume real tanto veloce
5.123 si ruinò, che nulla la ritenne.
5.124 Lo corpo mio gelato in su la foce
5.125 trovò l'Archian rubesto; e quel sospinse
5.126 ne l'Arno, e sciolse al mio petto la croce
5.127 ch'i' fe' di me quando 'l dolor mi vinse;
5.128 voltòmmi per le ripe e per lo fondo,
5.129 poi di sua preda mi coperse e cinse».
5.130 «Deh, quando tu sarai tornato al mondo,
5.131 e riposato de la lunga via»,
5.132 seguitò 'l terzo spirito al secondo,
5.133 «ricorditi di me, che son la Pia:
5.134 Siena mi fé, disfecemi Maremma:
5.135 salsi colui che 'nnanellata pria
5.136 disposando m'avea con la sua gemma».
(Fuente: Jorge Aulicino)
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