Poema de odio
El alma untada sobre la ciudad de
carne con tu espátula, te frotás
por el pelo una jalea negra, restos
de un aquelarre perdido, masacrado,
rellena esta morcilla de la niebla
de tus ojos, que va desparramándose
y que tapa la luz del sol e inunda callejones
hasta el río. Lo que va a consumirme
va a ser el sol, no vos; y va a desperdigarme
reducido a partículas en sus profundos rayos
que van a atravesar las sombras de tus pasos
de ángel abandonado y tenebroso;
tus alas son lanudas, plomizas,
sudorosas, tus palabras apenas
alaridos guturales, gemidos de lujuria,
donna nera de nuestra habitación
embarrada de baba, rasguñás las paredes
y abrís surcos con tus garfios
como si fueran grandes tijeras de podar,
que sin embargo no les hacen mella
a los espejos, ni al sol de más allá
del muro de ladrillos, límpido como el asco,
el odio cantarín entre los dientes
de la pluma con qu8e escribo.
Traducción de Ezequiel Zaidenwerg
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