UN POEMA DE EL IRIS SILVESTRE
VIENTO MENGUANTE
Cuando os creé, os amaba.
Ahora os compadezco.
Os concedí todo lo que necesitabais:
el lecho de la tierra, el manto azul del cielo…
Cuanto más me alejo de vosotros
más claramente os veo.
Vuestras almas ya deberían ser inmensas;
no lo que son ahora,
pequeñas cosas parlanchinas…
Os concedí todos los dones,
el azul de la mañana de primavera,
el tiempo que no sabíais cómo usar:
queríais más y más, queríais el don
que estaba reservado a otras criaturas.
Fuera lo que fuera que esperabais,
vuestro lugar no será el jardín entre las
plantas que crecen. Vuestras vidas,
a diferencia de las suyas, no son circulares:
vuestras vidas son el vuelo del pájaro
que empieza y acaba en la quietud:
que empieza y acaba, y replica en su forma
este arco trazado desde el blanco abedul
hasta el manzano.
El iris silvestre
Traducción de Andrés Catalán
Visor
(Fuente: Papeles de Pablo Müller)
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