dos poemas
Gatos nocturnos
III
Era
una voz de uranio, una ronca voz de asfalto, como de rosas aplastadas
por las bocas mugrientas. Y le advertí celestemente que un pobre muñeco
antiguo se divertía en sus bigotes. Y el vaso azul, en la ceja llena de
cerveza, respondía a la ciudad ebria, pordiosera del alto hermano bajo
letrinas.
El
poema entonces quería morir. La primavera nocturna lo llevaba hasta un
viento de túnicas y muerte, pero sucede en nuestras ramas que corrimos
huyendo de los lechos: volamos casi sobre esas hierbas de la noche,
vociferaríamos quizá a muchos parques de Lima la caída de nuestros
ciegos dulces gatos cimarrones.
~
El derrumbe
VI
Sobre
un ártico cruel y una hoja espuma de cerveza, entre caras de humo y
orangutanes de jade, una necia voz con palidez de ahogado cuya cabellera
de violín y arco trasciende a judías con gafas, ronronea.
Una
sonrisa lince y hulla entre el polvo y la frente, un circulo astral, un
circulo de ondas rojas y adefesios crepusculares, allá en piedras cuyo
fragor de anillos y de cráteres volcaniza la troma rosa del pordiosero
hermoso.
También
los marfiles negros de los apaches vivamente muertos en colinas de
guerra, y los de los vivos altamente lunáticos, hurgan monstruosamente
su potra coral y las plumas rojas entre sus carnes dulces y niñas, habas
y azules. Y también las amapolas rudas del animal de julio rompen sus
extrañas rosas, albas e inconquistables, y parecen dos carcochas
velludas de basura sus pulmones pálidos rosadamente tirados.
Las
brujas y los magos entonces corren como un circo entre cabras negras,
payasos judíos y torres; y la panza herida bajo burro de tropas,
(soldados babeantes de hollín, uniformes rosadamente ebrios de rameras
blancas y sucias), yace picoteada en fresas y bocas de niebla desde esas
santas podredumbres hasta esas moles bohemias y rotas en cal y rosas de
papel.
Vallejo & Co.
(Fuente: La comparecencia infinita)
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