sábado, 3 de julio de 2021

Javier Alvarado (Santiago de Veraguas, Panamá, 1982)

 

 

Kafka y la tecnología táctil     



Soy sensible a este abismo, me enternece 
de otra manera la lectura de Kafka: 
Enrique Lihn
  

Franz Kafka se instala en una máquina de escribir, 
Se aburre de las teclas. Piensa mejor en un Ipad. 
Repasa el tiempo hacia delante, ve las publicaciones, retrocede, abre la ventana de diálogo. 
No puede teclear. Intenta seducir un estornino e irradiar el tokonoma, 
De este cielo adverso donde revolotean bandadas 
De extrañas caligrafías. 
Me voy acostumbrando entonces 
Al plagio de rostros y de formas en las nubes. 
Desvarío en el agua de toda continuidad 
Cuando nos asaltan las Américas muertas, 
El proceso de estertorear el trasluz, el hueco ambiguo de la página 
                                   (El tachón), (el borrón) que se nos viene desde la pubertad 
                                      con las prohibiciones estilísticas y alianzas con el padre. 
Me despliegan un mapa en la reproducción de las manzanas.
Se constelan esta vez las cuartillas desde un futuro,
Alguna coartada para construir su castillo, viajar a Palestina,
Planear con la mejor agencia de viajes       su crucero para gorgojos
                                             O la sentencia de vivir
                                                  ante el proceso
                                       inconcluso                del juez
                                                              y el gotear
                                                              esquizoide
                                                              de la bruma
                                                   en la colonia penitenciaria.

Hay se cuestiona todo esto en medio de un chat, 
Pulgamando una estrategia comunicativa
Para la sobrevivencia.




Renovación de cédula




ante las situaciones kallcianas...

Cada uno se  como puede 
unos con el pecho entreabierto, 
otros con una sola mano, 
unos con lo cédula de identidad en el bolsillo. 
Roberto Juarroz


Hoy he tenido miedo de mi identidad.
Ha expirado mi cédula.
No estoy aqui subiendo este piso,
No estoy allá consumiendo esta escalera;
Cada ser con su paso, cada ser con su pose,
Cada uno con sus kilos, en su peso
Donde no haya fuego ante la propia voz,
La propia voz, una revolución, un manuscrito.

Hacer filas inmensas
Para renovar tu vejez en la foto.
Llenar mis datos, volver al nacimiento
Y al dolor parturiento de mi madre.
Gatear y caminar sobre papeles
Burócratas.
una fecha exacta para la entrega, para volver a plasmar
Las huellas, comprobar solicitud
Y dar fe de vida o dar fe de muerte
Como si alguien se despidiera en medio de la luz, al otro lado.

Unos se van con su espejo,
Otros se van con su perro,
Otros se van sin su pensión con un sello en la frente,
Otros con su nacionalidad y cédula de extranjeria,
Aquellos con una carta rasgada antes de tiempo
Otros se van sin escribir su mejor obra,
                Otros se apresuran a tomar talleres literarios y a dejar anaqueles llenos de letra innecesaria,
Insisten en dejar un libro detrás del árbol o detrás del hijo.
Mejor no se apresuren a nada.
En ese lapso de tiempo, ningún banco o trámite aceptan
De que estás ahi, en ese lapso de la otorgación no existes, mientras
Alguien vive, alguien escribe, alguien rompe papeles, alguien renueva su cédula, 
Alguien se equivoca escogiendo a un diputado, a un alcalde, a un presidente, 
Alguien asegura que todo ha caducado.




De: "Dolorosa primavera de las hermanas de Kafka", Ediciones Alastor, 2017
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/Fuente: El poeta ocasional)

 

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