domingo, 4 de julio de 2021

Graciela Huinao Alarcón (Chile, 1956)

 

 


LA VOZ DE MI PADRE

 

En lenguaje indómito
nacen mis versos
de la prolongada
noche del exterminio
 
 
 

LUTO INFANTIL

 

Sostengo en la mirada
un luto infantil
de una eterna lejanía
que no impide
el aroma, el sabor
cuando era
la única habitante
en tus brazos
Madre.
 
 
 

VISIÓN GITANA

 

Una gitana me dijo un día
al verme la suerte:
«No tienes líneas en tus manos, tienes versos»
Sus ojos ancianos volvieron
a mi mano y me dijo:
«Algún día te acordarás de mí».
No he olvidado esa profecía.
En ese entonces
yo era una chiquilla
recién llegada del sur.
En 1989 publiqué mi primer
poema «La loika»
y como un
pájaro volaron mis versos
en diario, revistas y antologías
nacionales, llegando a los EE.UU.
Rahue es mi lugar de origen
y el río me vio atravesar llorando
la tarde que dejé
mi hogar, como toda mujer
mapuche obligada a emigrar
Ahora he de volver con un libro
bajo el brazo,
sin olvidar cómo llegué,
con un cuaderno de hojas
amarillas donde encerraba
mis primeros malos versos.
Ahora no son mejores,
sólo más viejos.
Agradecida de la naturaleza,
desde el vientre de mi madre
que me dio el poder de escribir.
 
 
 

A FILO DE HACHA

 

Los rayos del sol
amenazaban la montaña
con abrazarla lentamente.
En ese juego estaban
mientras seguía la huella
del camino por donde iba mi padre.
El rocío caía bajo su tranco firme
y aunque ciertas gotas eran tibias
él siempre cuidaba mi paso.
Llevaba al hombro un hacha
y de la mano que siempre me sujetaba
ahora iba enrollado un lazo.
Antes que el sol nos diera
llegamos a la pradera del bajo.
Allí estaba
con sus brazos apuntando
al cielo
con su música de hojas
tan propia cuando se rebela.
Di una vuelta alrededor
de su tronco.
Y mi padre estaba allí
con una rodilla en el suelo
a dos manos apretaba el viejo sombrero.
Me asusté
nunca había visto a mi padre
tan pequeño.
Dijo una oración en Mapudungun que no entendí.
Sin embargo, me trasmitió
la pena de ese árbol
que vio nacer todas las generaciones que corren
por mis venas.
El sol le dio primero al árbol
y bajó por sus hojas
como por una lenta escalera
a su pie estaban nuestras mejillas llorosas y lentamente calentó
el filo del hacha sobre la hierba.
 
 
 

EN EL PAÍS DE MI INFANCIA

 

Cuando el invierno
imbatible guerrero
dejaba caer sus armas
por el patio de mi casa,
mi padre encendía la voz
para abrigarme bajo el calor
de sus relatos.
Él, en su niñez
atrapó brujos y duendes
de los cuentos de sus abuelos.
Ahora yo
los soltaba
bajo el calor
de un dulce mate.
Era mi país
el de mi infancia
donde empecé a encumbrar
las ideas sostenidas
por el hilo invisible
que se enrollaba
en el alma de mi padre.
 
 
 

LOS GANSOS DICEN ADIÓS

 

A mi abuelo Adolfo Huinao
En los ojos de mi abuelo Williche
navegaba el miedo.
Tan solo al morir
apagó ese brillo tímido.
Lo que la naturaleza
no pudo apagar en mi memoria
el color de archipiélago
agarrado en su rostro.
Abuelo, para serte fiel
no recuerdo el día exacto.
Solo veo a los gansos
abriendo y cerrando
sus alas por la pampa.
Mi corto andar abuelo
no entendió
el origen de tus palabras.
Anciano como eras
me alzaste del suelo
y de tu boca nació la muerte
desembarcando en tu playa.
Tu padre y tu hermano
remaron al sacrificio.
Mientras su madre y mi abuelo
alcanzaron la orilla del hambre.
No hubo eco en la montaña
fueron tan calladas tus palabras.
Pero mi niñez asustada
se acurrucó al alero de tus años.
Abracé la pena de tus ojos
y juntos miramos la pampa:
una isla con sus gansos
en los ojos de mi abuelo
se quedó en la última mirada.
Abuelo, hoy sé
nunca fuiste Williche
tu origen Chono o Kawaskar
no subió al bote el día
que robaron tu tierra y tu raíz.
Ahora entiendo
la pena de tus ojos.
De tu origen navegando
en el gran cementerio
del Pacífico Sur.
 
 
 

A QUEMARROPA

 

Escarbando en los sentidos
me encuentro
para recordar donde
la he perdido
si por años la llevé a cuestas
y tenía un lugar sagrado
donde venero a mis antiguos.
He buscado en la risa
y una lágrima tatuada
amaneció en mi mejilla.
En misterio se ha convertido
esta búsqueda
de escarbar en los sentido.
Será de mala suerte
la alimaña atravesada
en tu camino.
Afino la memoria
el recuerdo se ilumina.
A quemarropa
el invasor la mató en mi pueblo
pero yo había encontrado
una semilla.
Y en tu historia
sembré la confianza.
La que una noche
el filo de la traición
arrasó con mi bosque en flor.
Ahora estoy de rodilla
ante mis muertos.
Y la duda: Una fiera
a punto de atacar la razón.
 
 
 

LA MÁSCARA DEL HAMBRE

 

Mi cuerpo no se acostumbra
a este conviviente
que golpea hoy mi cuerpo
y mañana
abre la puerta de mi casa
ultraja en mi mesa
la última dignidad que poseía.
Yo te denuncio
porque de cerca te conozco
tienes la cara desgarrante
de la tristeza.
Fue el peor enemigo
que llegó a mi pueblo
y nos robaron las armas
al defendernos.
Arrancamos
perseguidos por una fiera
nos dio alcance en el sur
y con sus colmillos nos trituró
la pobreza.
Hoy en mi pueblo
el hambre es rebeldía
y la poesía una máscara
donde oculto el verso amargo
alimento de este canto
y en la boca de mi pueblo
la tortura de cada día.
 
 
 

LA VIDA Y LA MUERTE

SE HERMANAN

 

Al mirar atrás
puedo ver el camino
y las huellas que voy dejando.
A su orilla árboles milenarios se alzan
con algún cruce de amargas plantas.
Pero es equilibrada su sombra
desde la huerta de mi casa.
Allí aprendí a preparar la tierra
la cantidad de semilla en cada melga
para no tener dificultad en aporcarla.
Es tu vida
–me dijo– una vez mi padre
colocándome un puñado de tierra en la mano.
La vi tan negra, la sentí tan áspera.
Mi pequeña palma tembló.
Sin miedo –me dijo–
para que no te pesen los años.
La mano de mi padre envolvió la mía
y los pequeños habitantes
dejaron de moverse dentro de mi palma
El miedo me atravesó como punta de lanza.
Un segundo bastó
y sobraron todas las palabras.
Para mostrarme el terror
a la muerte que todos llevamos.
De enseñanza simple era mi padre
con su naturaleza sabia.
Al hermanar la vida y la muerte
en el centro de mi mano
y no temer cuando emprenda el camino
hacia la tierra de mis antepasados.
Abrimos nuestros dedos
y de un soplo retornó la vida
al pequeño universo de mi palma.
 
 
 

SALMO 1492

 

Nunca fuimos
el pueblo señalado
pero nos matan
en señal de la cruz.
 
 
 
 
OBRA: La Nieta Del Brujo(1985)
Walinto(2001)
Desde El Fogón De Una Casa De Putas Williche(2010)
Katrilef(2015)
RÍOS√2021
 
 
(Fuente: Marcelo Sepúlveda Ríos)

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario