Se ha sosegado el mar y duerme
por la luz del sol, transparente.
El mar, tranquilo en apariencia:
no hay embates ni chapoteo.
Ha vencido ya la tormenta,
está dormido mansamente.
Un adolescente trigueño
se está bronceando en la luz.
Desde las losas de la orilla
hasta el lejano horizonte
un gran sosiego se derrama
en estupor y en languidez.
Un poderoso pez lanzó
un chorro de luces saladas.
El adolescente sintió
un pálpito en su cuerpo
y cuando, nadando a tirones,
con los brazos de oscuro bronce,
al mar ciñó en un abrazo,
por el agua nació un temblor
de ondulaciones espumosas.
La vela blanca en el mástil
espera, inmóvil, por el viento,
sólo su sombra oblicua, sobre
dos nubes desgreñadas, flacas:
se arrastran desde las montañas.
Puede ser que venga la lluvia
al cabo de algunos minutos.
El cielo color de ciruela
preocupa mucho al pescador:
moviendo su blanca cabeza
con ansiedad mira las nubes
y suspira a cada rato.
El mar sigue durmiendo bien.
(Versión de Eliseo Diego)
. En: Poesía soviética. Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1987.
(Fuente: Nexos)
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