viernes, 2 de julio de 2021

Flavia Pesci Feltri (Caracas, Venezuela, 1968)

 

 

trastorno

 

soy el rasgado. juego a resistir. me contradigo grito

miento. hago fiesta en ti. me arrimo a escondidas. creo en

el caos. te hago intemperie e indigente me llevas. hablas

lejanos dialectos. mares cruzados ahuecan el aire. torpes

emociones entre afilados dientes. asomo por los pliegues

de tu piel como un animal terciario. me resucitas. no habrá

paz hasta aplacar la lengua. hasta tanto la humildad no

convierta mi ira.

— baja a los sótanos y no regreses —

 

 

calles de la ciudad perdida

 

envueltas por la ausencia la amenaza las transita. urbe

desolada. su verdor incansable nos da la mano. revela

querer vestirse con los mejores azules. guacamayas

y pericos resguardan la belleza. imposible retirar la

mirada. ya no hay vocales como los caramelos de colores

soñados por Rimbaud. en los ojos tristeza de criaturas.

la indignación hierve en el polvo las manos queman. el

Dominio es cada segundo más cadavérico más tiránico.

espera esperanza: gesta asalto terror incoherencia. la

noche es un vasto insomnio cubierto de estrellas.

 

 

alforjas

 

cargaba las alforjas de mi amante. cuidaba no tropezarme.

la mirada detenida. vacilaba en mi paso firme y cierto.

arqueada hacia el horizonte no quería sentir las heridas del

cuello. anduve mucho tiempo por los caminos sedientos.

me arrastraba. mayor era la fatiga de ese peso. alforjas

pesadas y oscuras. como piedras de cantera sobre mis

hombros se hundían. mis senos deslucidos cargaban el

cielo. mi vientre de hilachas secas apartaba el viento. mi

amante. alforja de piedra.

 

 

arremetida

 

se había desfigurado la servidumbre. la mirada exorbitada

cesó. nunca antes fueron tan preclaros. ajustaron los

infiernos para desnudar las armas. torcieron los bordes de

una piel cansada. soledad y silencio. calma que antecede

al último de los asaltos. nadie se movía. la atemporalidad

se detuvo en las esquinas. solo el sol con su tozuda

brillantez marcaba las gotas de sudor. exhalaron aullidos.

la muerte esperó arrodillada. los hijos ya ancianos

reanudaron las calles. afantasmándose de nuevo.

 

(Fuente: La parada poética)

 

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