RELIGIÓN
Lo último que la vieja perra trajo a casa
de sus peregrinaciones por los bosques
fue un zapato de hombre, negro, de tacón bajo, aún brillante.
Pero no, no era más que un zapato corriente.
Y aunque estaba claro que había sido usado,
y dado que la boca de la perra
—una retriever acostumbrada a cobrar patos y gansos—
era suave, el zapato seguía siendo un buen zapato,
y yo podría habérselo dado
a un amigo con una sola pierna,
pero todos ellos tenían sus prótesis cubiertas,
de modo que ahí estaba. Un zapato sin su pareja,
rescatado o perdido. Sin embargo, en los últimos meses
de vida de la perra, advertí
que el zapato se convertía en su amigo, o poco menos,
algo con lo que dormía, o que mantenía cerca
y tocaba con la nariz cada vez que pasaba por su lado,
como para comprobar si
en su ausencia, ese pie misterioso, familiar,
perdido, no volvería de nuevo.
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en "Earthly Meditations. New and Selected Poems", Penguin Books, Nueva York, 2006. Versión de Jonio González. La imagen: Robert Wrigley (East St. Louis, EE. UU., 1951) por Canese Jarboe.
RELIGION
The last thing the old dog brought home
from her pilgrimages through the woods
was a man’s dress shoe, a black, still-shiny wing tip.
I feared at first a foot might be in it.
But no, it was just an ordinary shoe.
And while it was clear it had been worn,
and because the mouth of the dog—
a retriever skilled at returning ducks and geese—
was soft, the shoe remained a good shoe,
and I might have given it
to a one-legged friend,
but all of them dressed their prostheses too,
so there it was. A rescued
or a stolen odd shoe. Though in the last months
of the dog’s life, I noticed
how the shoe became her friend, almost,
something she slept on or near
and nosed whenever she passed,
as though checking it to see if,
in her absence, that mysterious, familiar,
missing foot might not have come again.
(Fuente: Jonio González)
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