LA CASA
de luna tibia en las noches,
de leche fresca en las mañanas,
el umbral de ladrillos gastados por los muertos,
la galería abierta en una estrofa verde
puntuada con abejas
las habitaciones oscuras, rezumantes como cántaro
la mesa del algarrobo, casi un árbol,
y su lámpara igual a una paloma
no estoy allí,
quizá nunca volveré a estar allí,
y sin embargo,
allí estoy:
en el poema.
(Abre la puerta de la noche y sal a caminar por la
página,
a otro sol, tan de verdad como el dormido:
hay estrofas que se acercan igual que las montañas,
hay versos sombreados de árboles,
al pie de una palabra nace el agua viva
y en la cima de otra, sólo temblor y cielo,
canta de nuevo el pájaro
de tu juventud: abre el tiempo
y entra en la paz. )
No,
perdónenme si vengo
de una casa hecha a mano,
vivida con las manos,
y pongo
mi mano sobre el barro, sobre el fuego
sobre el pan, sobre la sal, sobre los pájaros
mi mano
también sobre otras manos,
para volver,
porque no estoy allí,
y tal vez nunca volveré a estar allí
aunque mis dedos
acaricien su piel de cal, de luna
dormida,
en las palabras.
(Fuente: Daniel Rafalovich)
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