Borde
La mujer alcanzó la perfección.
su cuerpo
muerto tiene la sonrisa de la realización,
la ilusión de una necesidad griega
fluye por los pliegues de su toga,
sus pies
desnudos parecen decir:
hemos llegado tan lejos, se terminó.
Cada niño muerto enroscado, una serpiente blanca,
uno a cada pequeña
jarra de leche, ahora vacía.
Ella los ha plegado
de nuevo hacia su cuerpo como pétalos
de una rosa cerrada cuando el jardín
se endurece y los olores sangran
desde las dulces, profundas gargantas de la flor nocturna.
La luna no tiene por qué estar triste
mientras observa desde su capucha de hueso.
Está acostumbrada a este tipo de cosas.
Sus lutos crujen y se arrastran.
Traducción Griselda García.
(Fuente: Ricardo Ruiz)
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