martes, 5 de enero de 2021

Matilde Campilho ( Lisboa, Portugal, 1982 )

 

 




El amor me da hambre



Tropecé en un menú de ventas de comida ready-made
Y por una de esas fatalidades que vienen encuadernadas
en vales de correo o publicidad sin personalizar
Me he dado cuenta de que ahora tú y tu chica hacen
almuerzos para entregar a domicilio
Perdón quería decir desayunos
dejemos el café y las mañanas para otras dinastías
En mi tiempo yo era el príncipe y tú la imagen
más pura del pequeño Jean-Nicolas-Arthur Rimbaud
Dos saltimbanquis cruzando la ciudad y los días
También cruzábamos los dedos pero eso ahora no importa
Dos chavales robando medio croissant y tres sorbos de
 zumo
de las mesas impecablemente puestas de los hoteles
 más bonitos de la ciudad
La comida no era de todo lo que más nos interesaba
si pensamos que la pasión alucinante era mecha suficiente
para reventarnos el estómago hasta el nivel de la alegría
Había siempre alguien dispuesto a pagarnos comidas
así como nosotros estábamos siempre listos a saltar
 el fuego mágico
Nos acostumbramos desde muy pronto a salir de las
 celebraciones
con las rodillas chamuscadas y con las ropas más o
 menos rasgadas
Eso era motivo suficiente para que uno de nosotros
 cogiese la moto
y entonces los dos acelerábamos hasta la playa más
 desierta del país
No por eso dejábamos de escaparnos a los eventos
pero aquellos fueron indudablemente las zambullidas
 de oro
Ahora las hogueras se elevan mucho más altas que las
 magias
a las cuales dedicamos casi toda nuestra juventud
 igualitaria
Hoy tenemos más de treinta años y desde mi ventana se
 pueden ver
los disparos de los incontables snipers de las barricadas
 de Kiev
Desde este balcón pueden oírse los gritos de las calles
 venezolanas
sobreponiéndose al viejo papá que sólo quiere decir
 pásame el pan
Desde aquí se puede oler la amenaza de pólvora semi-
 invisible saliendo
del documento que declara el estado de excepción en
 el sur de Bahia
Parece que la primavera del mundo es un trabajo en
 progreso
pero el camino hasta allá está siendo hecho entre los
 senderos
y entre las ramas de fuego de un gigante invierno
En nuestro tiempo yo creía mucho en las noticias y en
 la televisión
Hoy yo creo totalmente en las experiencias que me
 cuentan los hombres
Ayer éramos los hijos de los nietos de la revolución
Y nos explicaron que la tabla de multiplicar y la pasión
 alucinante eran todo
lo que necesitábamos y necesitaríamos para el ejercicio
 de la construcción
Hoy somos padres de algunos niños y padres de nosotros
 mismos
y ya vamos sabiendo algunas cosas sobre la palabra
 deconstrucción
El amor aún es el estandarte donde vamos colgando las
 banderas
El coraje es todavía el hierro donde vamos colgando las
 ropas
Sí todavía rasgamos nuestras ropas Sí todavía nos
 despellejamos las rodillas
Pero ahora es todo en nombre de un cierto cambio
 universal
Dónde andarás tú y tu sueño en esta mañana ya no lo sé
Mucho menos que especie de alimentos entregas a
 domicilio
Sea como sea el amor aún me da bastante hambre
y el rocío aún me parece el asfalto justo para toda
 revolución
Así que (a pesar de los vales) hoy mi chico y yo escogemos
tomar un desayuno en la calle y dejar de lado el domicilio

 



We never did too much talking anyway



Por ejemplo
olvida Coney Island
y las trescientas piezas
de metal que componen
el juego mágico de Coney
Island en el mes de agosto
Recuerda la palabra sushi
siendo gritada en el metro
cuando todo lo que alguien
quería gritar era su devoción
por pedacitos de plata
Recuerda mi fascinación
profunda por los deportistas
nocturnos que sincronizan
la respiración con el compás
de los dedos de la amante muerta
Olvida la pastilla
compuesta de estearato
de magnesio y macrogol
recetada por el doctor Roberto
cuando el pobre doctor Roberto
ya no sabía que más intentar
o entonces tenía algo más que hacer
en aquella tarde de miércoles
en la emergencia de São Vicente
Recuerda que miércoles
es día de juego de futbolín
y sobre eso no hay discusión
Recuerda cuánto me iluminan
los animales tallados en el marfil
principalmente aquella ballena
de ocho centímetros y medio
mi única herencia
mi única esperanza
Olvida tal vez
la maniobra repetida
de lamer sobres
en el silencio de un cuarto
cuando ya hay sol en las plazas
Estamos hechos para el relente
Recuerda que a veces
tienes mucha razón
y que otras veces no
Olvida anda olvida
el invierno en Ipanema
y el tiburón nadando
en las venas de la bestia
de Ipanema helada
Recuerda mi deseo
muchas veces verdadero
muchas veces no
Recuerda el descubrimiento
de aquel trecho que decía
nosotros subimos los escalones
corriendo y salimos del frío
brillante hacia el frío oscuro
Y si puedes no olvides
el rostro calmo del tigre
que está parado en la puerta
esperando entrar
para luego atravesarnos.

 

 

(Fuente: El poeta ocasional)




 

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