domingo, 19 de mayo de 2019

Valeria Tentoni (Bahía Blanca, Argentina, 1985)



Tempestad

Hace un silencio ahora
que podría oírse a mil kilómetros a la redonda
salvo por las pulseras de plata cascabel
igual de venenosas
que las serpientes a las que mi madre tuvo tanto miedo
y nunca anduvieron cerca.


*


San Bernardo

El tiempo que pasamos mirando el anillo lácteo
el polvo sereno que levantaban las camionetas, polvo
que vuelve a su puesto sin intentar la huida, sin esperar
con esperanza o terror del viento,
la conversación, entre las casas abiertas,
de los humos interiores, el punto
al que nos dirigíamos
masticando el aire hueco
aire de nadie antes
todo nuestro, la parte
de nosotros
que se arrastraba,
lo que tardan los cuerpos en recuperarse
después de un camino.


*


Ajuar

Para mis cuarenta hijos
cuarenta ajuares
canastas colmadas de ortigas y muérdagos,
perlas envueltas en hojas de parra.
La cinta con la que se ahorcan los pájaros
en un lugar oscuro.
Un cencerro de plata;
un recuerdo de cuando fui joven y entera, puro tallo
y nada en mi cuerpo articulaba con otro
y solo venía y sola iba y sola contestaba
ninguna pregunta.
Pero no tengo para darle a cuarenta
no tengo más que un corazón tullido
un corazón duraznero enfermo de pobredumbre morena
que ataca primero las flores, después el fruto y después
después
el árbol.
Que me crezco encima de mí y por debajo de mí
y de mis ramas se columpian
cuarenta hijos muertos
de los cuales he parido ninguno,
cuarenta hijos todos de mí entenados.


de Ajuar


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