La zorrita de París
I
Si abrieras, si fueras, si llovieras la carne
de la otra, el simulacro de tu labio
en las palabras. Si fueras de verdad
la que se arrastra, t'esperaría la poesía
(un caballo se mira agua
en los espejos de tu muerte)
en las esquinas de tu siesta, como una puta
que olvida su resabio en las palabras. Pero
tu prisa te arrastra. Tu prisa t'empuja
(simulacro de la otra en tu letargo), tu
poesía t'escupe. ¿Qué codicias? ¿A quién
corroes? ¿Qué alimaña te ha picado la vulva?
¿Qué inmensidad te ha picado la muerte?
¡Ah, la putita francesa, se ha puesto a cantar
junto a los hornos! Sutil la muerte como
los besos; sutil la muerte como los sueños.
II
No t'engañes: no se puede ser feliz
en la poesía. Quien canta muere. Quien
canta se pudre (día de fiesta) en los abrazos.
No te adelantes a ti. No te fatigues en la Nadie
que s'exhibe desnuda en tu vestido.
No seas dichosa de tu nada, porque la muerte
te hurga, te vela, te delata. La periodista
te aja ya en el candor de tu poeta.
¿A qué sueña la putita francesa del otoño?
¿A qué sabe en la palabra del espejo?
Sus ojos de ajo semen en su sonrisa
(un caballo contempla
la luna del ocaso)
escupe y sueña y se masturba con mi mano.
¿Quién eres, tú, en las letrinas? ¿Quién eres, tú,
que confundes la poesía con la dicha?
III
Los gnomos arrojan los dados de lata
contra el Corán y la luna. La zorrita
de París sueña en una esquina alojada
en su pupitre: catarsis de Dios entre
las piernas: ponzoñosa, casta, o
tejedora del clítoris purpurino: ¡ave María oscura
del mediodía del orgasmo! ¿A dónde se ha
ido la poesía? Si la poesía soy yo que
la sodomo platónicamente en su deseo.
Austero (en tu niña del ojo, huérfana
del verso, ramerita de tus ojos oscuros).
Expíate, expélete, exonérate y vente
en tu meretricio de niña que canta en el suicidio.
¿Quién eres, tú, que confundes la poesía con la dicha?
(Fuente: Biblioteca Ignoria)
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