Meditación de los gatos
y cada cosa que ocurre es personal;
así pues, ¿quién me puso acá esta cobija
que ayer estaba sobre la cama?;
¿a qué me traen esa bolsa del mercado?
¿por qué se me puso a llover?”
Las preguntas se estiran desde sus bigotes,
y ahora la gata delicada como señorita
y el gato blanco y negro como el tao
se miran uno al otro, espejos enfrentados,
van a la ventana, extienden sus miradas
sobre un techo, se rascan, miran fijo:
los absorbe algo que se mueve en la cornisa,
pasan a otra cosa, porque al fin
“ni yo me importo propiamente como yo”.
Y el “me” se diluye, “de modo
que soy el centro del mundo: nadie:
vacío y todo”.
Jorge Aulicino, "El hombre del codo en la ventana", inédito
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