martes, 4 de junio de 2024

Boris Calderón S. (Chile, 1934 - 1962)

 


BAJORRELIEVE

 

 
“Me llamo Boris Calderón, aunque ahora ya no existo…” Este soy yo.
Sí, este soy yo.¿Pero seré yo este hombre
Que parece más el fantasma de un hombre,
El fantasma mutilado de un hombre?
Recién la noche cae aquí en mi frente,
Cae hecha pedazos al fondo de mis ojos.
Alguien se despide de mí, llorando,
Se aleja. Sale desde mí con desvaído gesto,
Con actitud de suicidarse súbitamente
Envuelto en una espesa niebla.
 
Sin embargo, no sé quién es, no sé quién era,
No sé nada, no sé si era yo mismo,
la sombra de mí,
Lo que quedó de mi sombra después
que naufragó.
En las aguas de mi corazón cierta noche
 
Será ese espectro que a veces habla conmigo, como si fuera yo,
Como si quisiera ser yo más bien,
para ser otro,
Alguien que esté lejos de sí mismo,
Otro que no pueda saber nada de mí,
que está frente a esta sombra.
Sí, eso puedo recordarlo apenas. Alguna vez.
En otra vida, o en otra muerte quizá, de tantas,
Lo contemplé trazado con gruesos
caracteres en el muro:
“Me llamo Boris Calderón, aunque ahora ya no existo…”
¿Y qué es esto, qué significa todo esto, qué importa esto,
Me pregunto,si el hombre anda a tientas maldiciendo,
Llorando fatalmente en busca de sí mismo?
Nadie me vio llorar en medio de la turba entonces,
¿Quién osaría decir, que sabe si he blasfemado antes
Si soy el hereje santo, el creyente condenado,
O ese a quién han desterrado del cielo por creer en Dios?
Porque nadie se asomó a este abismo
que llevo en mi interior
Como la marca a fuego lento y doloroso, el animal
Cuyos trozos se reparten los cuatreros antes de matarlo.
Todos aquellos que pasaron a mi lado sin reconocerme,
Sin mirarme siquiera, para saber quién era,
Me robaron de las manos un poco de alegría, todos
Se llevaron algo de la riqueza que había en mí para ella
Y la tiraron luego como un vaso de sangre descompuesta.
 
Por eso ya no puedo darles nada, a ti mujer, a ellos,
Que no sea dolor, que no sea tristeza o soledad,
Vestigios de este hombre que soy yo, que era yo,
De este hombre que pude ser yo algún día
Si hubieras tú llegado en ese tiempo.
Pero nadie estuvo cerca del mío, si no fue para herirme,
Para arrancarme alguna flor que para ti guardaba.
Ahora todos me huyen, me evitan, se apartan, entre sí,
Como de la peste.
La noche cae, cae la noche, palidece, envuelve,
Pero no sé quién soy, quién era, quién no llegaré a ser,
Si alguna vez lloraba sobre tu pecho a solas,
Cuando no tuve ni una flor para ofrecerte.
 
 
 

LOS SUEÑOS SUICIDAS

 

Alguien tiene que asesinar el alba
O abandonarse al éxtasis de esa música de infierno.
¡Ah! maldito hechicero ¿que signo
de estrellas os protegen?
¿Que cábalas siniestras?
Sigues pulsando tu violín de ébano
bajo el bosque de heliotropos.
Allá rodeado de ángeles
de mal augurio y de constelaciones,
Ya no escuchas mis súplicas
Te ríes a grandes llamaradas.
Pero ignoras que ha rodado
el gran zodiaco
Que designará tu suerte
Y que furiosas dentelladas,
como perros rabiosos.
Sortearemos la mano que
habrá de asesinarnos
Estás perdido, loco hechicero,.
Trece cuchillazos acabarán
con tu negro violín
Y cortaran las venas en que
corre tu locura.
¡Ah! ¡Sacrilegio!
¡Mi amada seducida con tu
música macabra!
¡Ay! Mi bella, ¡arranca las serpientes
que se enroscan en ti cuello!
¡Huye de las llamas del delirio!
-La noche como una loba herida
se precipita en las cavernas-
Lejos...lejos, allá bajo el bosque
de los grandes heliotropos,
Un cadáver abrazado a su violín
de ébano
Desde su garganta abierta
emerge un astro en llamas
Chorreando oro y sangre,
oro y sangre.
Es el advenimiento de la luz
Mis manos destrozadas
están llenas de rubíes.
Amanece…
 
 
 

NO SONIDO DEL DELIRIO FANTASMA 

 

Hacia dónde huimos, arrancándonos las carnes?
Acosados de tinieblas. Perseguidos.
¿Hacia dónde? Gris del ángel.
En el Más Allá tras el llanto
de las hienas,
Con un junco de oro entre
sus manos descarnadas
Dios sacude y abre para siempre
La eternidad de nuestros ataúdes.
¡Cómo te amo!
¡Cómo un tumulto de moscas afiebradas
Encienden mi delirio!
Más, ¡oh! Bellas esclavas
de la noche,
¿Por qué habéis adornado mi frente lacerada
Con guirnaldas de serpiente?
¿Porqué, malditas?
La noche en ella se ha posado verde
Y me muerde su color sin límite,
Me enloquece su color caído,
Su verde devorado por la muerte.
Mientras, alejada, todo cambia,
todo muere,
Tu diadema de crótalos,
Tus cristales enlodados y tu llanto.
Todo ha muerto, Deshojada, todo
ha verde
Y caído para siempre en el sonido.
 
 
 

MAGNOLIAS NEGRAS.

 

Madre, voy a hablarte de ella,
Quiero derribar el sombrío muro de tu sueño en esta noche
Para hablarte con la voz de un ciego
Que levanta sus brazos en medio
de la luz.
Porque estás conmigo en esta hora
En que un sombrío río de nomeolvides
atraviesan las piedras
Y me deja en las órbitas dos cristales opacos.
-La noche se hizo paloma para cubrir
la frente de mi amada muerta-
He aquí la sombra que humedece
la voz,
La angustia sorda que escarba
los huesos,
Como una perra leprosa comiéndose a sus hijos.
Ya puedo caer, ahora,
He perdido las manos que buscaba,
la encendida greda,tal vez todo,
Porque miro a la muerte como a la más amada.
La encontré en un bosque de asfódelos azules
Donde hacía veinte siglos me esperaba,
con sus ojos velados
Como dos alondras dormidas en un pozo.
-¡Era más hermosa que una isla de pájaros!-
La miré, me alcé iluminado sobre
las piedras
Hasta sentir en la boca el tormentoso
cauce de su risa
Y fue tan fría mi lámpara nocturna
¡Ay! Te he llamado esta noche en que nada tengo y estoy solo
Como un niño muerto en un campanario abandonado.
Aquí estoy de pie sobre los cataclismos
y la furia
Aullando -fiera enceguecida en los abismos- ¡Ah! Desesperado.
Y se abren, estallan mis alaridos en su corazón,
Como la carcajada de un loco en la tumba de su amante.
Te he llamado para darte todo esto…
madre
Pero no llores, ya nada tengo y estoy solo, y hace hoy
Doscientos continentes
Que la tierra la besa y me la roba.
 
 
 

PRESIENTO DESDE EL SUEÑO LA ORACIÓN DE LAS CULEBRAS

 

Dioses de las sombras, huid a vuestras guaridas,
Ha nacido una orquídea en el patíbulo
En signa, mil serpientes devoraban las estrellas
Furiosos homosexuales se ocultan en las iglesias
Y el sol se ha hundido para siempre en los volcanes
¿Sabéis acaso, príncipes abyectos,
Qué fatídica música enigma mis orgías,
Y qué cítara de infierno aviva las hogueras?
No, no lo sabéis, desventurados.
La fiesta se pudrió en vuestras ojeras
¿Qué suerte de escorpiones nos posee
Si ha caído el último fantasma
Y un planeta de oro gira en torno nuestro?
Amada, tú persignas mis carnes cada noche
Con un látigo de víboras.
Tú me embriagas con el vino que guardas en tus ojos.
Ángeles diabólicos copulan en el fuego y bailan.
¡Ay!Tus labios me maldicen. ¡oh! Siniestra.
Me amapolan tus pupilas
El lirio te diadema en piedra mi Princesa-Cobra.
En la oquedad de la noche
Sólo se oye la oración de las culebras.
Es el sueño…
 
 
 

HA CAÍDO EL DUELO EN TUS OJERAS

 

Ha caído el duelo en tus ojeras
Como una canción sobre las charcas.
Desde el otoño llegan los espectros. Temerosa.
Los monstruos de la noche se atropellan
Y quedan sus hocicos destrozados hacia lo alto,
Van mujeres desnudas,
Los cubren con un velo negro.
Y con sus bravas cabelleras de topacio.
Ellos sueñan largamente
Y sus estertores estremecen la aurora.
El coro trágico de sus huesos se levanta.
¡Siempre! ¡Siempre!
El cielo se llena de lamentos.
¡Siempre! ¡Siempre!
Las voces se escurren por los árboles del cementerio.
Tú lo has olvidado todo.
Mientras las hembras del bosque Amamantaban a sus hijos,
En la distancia, sobre los mares de ceniza,
Había un poblado de cartas destrozadas,
¡Pobres adolescentes no podrán vivir su sueño!
 
 
 

AGAVE POR LA NOVIA DEGOLLADA

 

Adivino tu presencia, novia degollada,
Lejana a los abismos, la fiebre que iluminó tu cuerpo.
Llega, cae el temblor sobre la piel, Inconquistada lumbre estremece el nudo,
Es la eternidad sobre la materia.
Y tu cuerpo
Sobre todos los crepúsculos era mío.
¿Desde qué pira sumergida surgió la humedad?
La humedad dura,
La humedad resbalando sobre aquel APARECIDO.
Entrégate, gime en mi boca, loba mía.
Arrastremos nuestros cuerpos hacia el origen del barro.
Un nuevo espacio nos espera hembra-llama;
Un nuevo espacio más noche.
Allí la forma desaparece en el enigma
Y los hijos hambrientos
Viven inmóviles en la penumbra.
Yo ahora no sé qué bestia enceguecida
Te devora los huesos
Y te colma la boca de gemidos. Soy un muerto.
Ven, vamos antes que sea demasiado enero.
 
 
 

CANCIÓN FUNERAL DE LOS ESCORPIONES OSCILANTES

 

Adormecido de lobos me arrastro entre las brujas,
Camino por encima del crepúsculo
Hacia la cripta del lejano nigromante
Soy el amante trastornado,
La fiera cegada por los astros.
He llagado mis labios besando los sepulcros de nubsila.
La noche se incendia de gladiolos. Sombrío.
Un río lacerado huye por mis ojos.
A veces, agonizo a la margen de los abismos
Y converso con mis antepasados.
Soy el último heredero
De la gran dinastía de los sátiros.
Pero siempre te miro como un náufrago antes de partir.
Te miro como un suicida, ¡Oh! Mi Hermosa,
Y tú me sueñas herido hacia el ocaso.
Hundido hasta el anochecer en tus pupilas de vodka,
Saludo mis cabellos con sangre.
Eres bella como una esfinge, ¡Oh! Silenciosa
Y mi llanto es curvo como el de los moribundos.
Desnudemos nuestros cuerpos en la lluvia.
Gozaremos nuestro crimen.
La lepra de tu cuello virgen es más bella en las tempestades.
 
 
 

ELEGÍA-INVOCACIÓN, ANTE UN CEMENTERIO SIN MUERTOS

 
 
No cantes sepulturero ese treno de mármol,
Ya no tengo hijos, el hueco de mis manos está hueco,
Y encima de mi frente el cielo es una joya perdida y sin sonido.
Pero siento que viene aquella adolescente
Arrastrándose por las murallas, desorbitada
En busca de antiguos puñales por las armerías.
Los cañaverales subterráneos, bañados por tantos otoños
Se incendiaron de oro. ¡Oh! mineral abandonado.
¡Ah! su lejana alegría de espigadora,
Su carcajada de cobre resplandece en el túnel del suicidio
Como una copa de champagne vaciada por Dios entre sus dientes.
Y yo viajo ahora, desesperado, por los trenes vacíos,
Por los roncos volcanes de amatista,
Enloquecido de abismos -fantasma de los viejos puentes, huyo-
Se mueve aún su corazón entre mis uñas sacrílegas
Sobre oscuras grosellas en la noche de alambre.
Ya no es el tiempo, amada, todo ha muerto,
Desde que no estás, desde que te has ido,
Alguien acecha en la escalera,
Alguien que no tiene rostro me da vuelta los ojos,
Alguien que no sé quién es, hermosa mía.
¡Ah! ¡vendimiadora azul de los océanos, paloma ciega, oasis!
Se ha nublado el puerto de tus ojos continentales, de tus ojos obscuros,
Hacia donde partían mis goletas de luto.
No vendrán tus treinta ciervas a mis abrevaderos
En la tarde de altos mimbres.
Y ese viento negro, asesino de golondrinas, ese viento de guerra,
Se despedaza las fauces frente a las puertas de la ciudad,
Bramando contra el muro, entre los almendros de peces moribundos.
¡Estás muerta! Pálida como la flor del durazno.
Sola bajo los arcos de ébano crece tu cabellera
Y tu nombre en mi garganta
Se enciende como un pájaro de pólvora.
¡No me llames, por dios, bajo la tierra, ¡No me llames que estoy solo, más solo Que el cementerio sin muertos de los pescadores de Angelmó.
 
Ωre RÍOS√2024
 
 
(Fuente: Marcelo Sepúlveda Ríos)

 

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