Los monos son peores que los gatos
en todo sentido. Roban fruta y la comen
tirando la cáscara al suelo. Seguramente
alucinan andando entre las ramas, el follaje
y viendo abajo: otros bichos, los insectos, los humanos.
Los gatos en Egipto eran sagrados y esculpidos
en piedra negra como la noche.
Pero el cocodrilo del Nilo es el más largo del mundo —
esa nave con conciencia que remonta el río entero
y es el fruto, después de la crecida, en la orilla.
Las orillas sembradas de cocodrilos. África alta y baja.
El sol. La estrella. La luna. El agua dulce.
Allí se bañan los perros y los monos, en grupos
separados. Los perros nadan como patos,
la cola fuera del agua como zorros que evitan la desgracia.
Los monos se mojan el cuerpo por partes y se secan
sentados en una roca. Las rocas resisten la corriente.
Dibujan en el agua con la espuma, los remansos
que se sueltan de sus bordes. Y así las rocas fluyen.
Las rocas fluyen.
ARTEMISA
Canto a la flechadora
Hermana carnal del sol
Que domina la montaña
De arco implacable
Apuntado a quien
O a donde hace falta herir
Porque herir es su máximo placer
Herir y escapar para seguir hiriendo
Hermana adversaria del sol autoelevado
Cuello muslos brazos blancos
Cuerda dedos ágiles pies
De tanto correr volar
Ella y su corte de ciervos salvajes
Las musas sedientas de ella
Las ninfas desnudas dragones
Alas gemelas tatuajes
Dulce tiradora oh celosa vengadora
Asolando el bosque otra cierva más
Otra luna errante otra vez te amo
FRAGMENTOS
Filósofos de Queens. Filósofos de la Cruz Roja. Así se abre la puerta de la locura, que da a un valle nocturno donde ruge la corriente inversa de un río obsidiana. ¡Oh jardín de la conciencia!
No hay deseo ni las alucinaciones del deseo. Hay dos piernas que corren solas, desprendidas del torso. A la luz dorada del sol, dos piernas corriendo: la imagen de la libertad. ¡Vean cómo corren felices esas piernas de hombre!
Llegan a la orilla de un río a contrapelo del hilo de obsidiana. La cuerda de un finísimo instrumento.
Deben cruzarlo sin mojarse los pies, saltar no es una opción. Las piernas deben. Las piernas de.
Las piernas, esas hermosas piernastentáculos se preparan. Concentran la fuerza en los tobillos hasta que estalla. Ahí van.
¡Ahí van las piernas triunfantes sobre el monocordio!
Pero. Los pies chocan contra una laja, creada para que suceda esto que sucede.
La muerte, cuando quiere, tiene toda la paciencia del mundo.
La mirada baja y ve, reconoce.
¿Quién está a cargo de estas bestias?
Algo parecido aconteció con Kioko y su hija, en Hiroshima.
En este caso fue la niña quien buscó a la madre, para manifestarse.
Lo hizo en forma de cascada de arena.
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Fuente: Op.Cit Poesía
(Fuente: Oscar Vicente Conde)
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