TRES POEMAS DE 28.48 MINUTOS DE LECTURA
Tú no eres el poeta,
tal vez eres un cetáceo varado en la costa,
que amontona en su estómago
bolsas de plástico sin digerir.
Son un recordatorio occidental de que algo va mal.
Nos han hablado del color del ponto,
de los cuerpos humanos como bancos de medusas,
translucidos
como bolsas sin dueño que hemos desechado,
mirad ahí,
cadáveres flotando,
mordisqueados por los peces.
Alfombra y alimento.
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Tú no eres el poeta pero eliges tu propia miseria.
Al escribir sobre la muerte,
¿qué rol asociamos al acto de matar?
La literatura extiende su manta en el suelo:
por la voluntad de los dioses,
por un código medieval que prima el honor a la vida,
por los vicios de lo moderno,
por locura o por espejismo de claridad,
por coartadas científicas,
esa del gen egoísta, por ejemplo…
(¿Has escrito por ejemplo otra vez en un poema?)
O, quizá, por eso que llamamos evolución,
y su selección natural que nos sirve de subterfugio
desde que el hombre se dice hombre.
La segadora se abanica insensiblemente a la sombra
de amplificadores de señal gps
y de las sombrías antenas de repetición/transmisión
y amplificación de la muerte.
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Tú no eres el poeta pero haces una pregunta:
los ojos de las víctimas, ¿qué ven?
¿Sienten retorcerse algo en el desgarro de los gritos
que son la lengua franca de los rotos hombres,
de las quebradas mujeres,
de los cadáveres niños?
Los desorbitados ojos,
¿qué miran en el exacto instante donde el daño
impone su feroz y cruel presencia?
¿Si no es definitiva la agresión,
cómo viven mañana el atentado?
¿Tienen lo incomprensible y lo brutal interpretación posible,
respuesta tolerante y discernida?
Los ojos en su parpadeo que desvanece el mundo,
los ojos, que nos esconden en un espacio negro y marginal,
¿hereda la retina el dolor viejo,
la antigua y remota aflicción
y el daño que en el tiempo nos ha rendido?
¿Qué no han visto los nebulosos ojos
de los hombres damnificados?
Ojos,
fanales apagados,
vecinales ocelos,
ágrafo banco de imágenes,
primera memoria ignorada siempre,
condenados a ver siempre lo mismo.
Enrique Cabezón
28.48 minutos de lectura
Eolas poesía
(Fuente: Papeles de Pablo Müller)
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