(Soneto para John)
Lentes heridos caen entre el centeno
sin guardián de inocentes del Dakota
y el bailarín de la balada rota
Un cielo de diamantes y un sereno
campo de fresas y la última nota
del cisne que clarina sin derrota
reinarán en la cruz del ladrón bueno.
Hoy el pozo espantoso del ojazo
de Moby Dick gime como un pedazo
del corazón plateado del planeta
que allá en Liverpool iluminó al profeta
destinado a parir un campanazo
más inmortal que una sonrisa quieta.
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