MANNA
En todas partes, en todas partes, la nieve cae tamizada,
un mundo que se torna blanco, sin sonidos,
ya no es posible encontrar el corazón del día,
el sol se ha ido, el cielo no está en ninguna parte, y de todo
lo que he querido en la vida -así sea- lo que fuere
que me trajo aquí, azar, suerte, cualesquiera
sea la bendición de la cual cada copo es la pista, yo estoy
agradecido, doy testimonio, abro mis brazos,
palmas hacia arriba, sé que es imposible sostener
mucho tiempo lo que amamos del mundo, pero mírenme,
es tonto, vergonzoso, arrogante decir esto,
miren cómo la nieve cae tamizada, miren qué feliz
que soy.
[Manna es Maná, el alimento que Dios le dio a los judíos
durante su marcha de 40 años por el desierto, luego del Exilio.]
ESTE BUEY, ESTE CUERPO
Una vez más
arar
a través del dorado
campo de la mañana
bajo el peso
del sol
y cuando el día
haya terminado
beber del canal
agua fresca
rebosante
de estrellas
LA PAPA
A los tres días de viaje
perdí el Camino del Inca
y batallé alrededor de los Andes
en un pánico creciente
mientras en una ladera debajo de la línea nevada
conocí a un granjero que me señaló el camino-
Machu Picchu allá, dijo.
Él sabía adónde yo quería ir.
Saqué de mi mochila una naranja.
Pareció prenderse fuego
en ese alto cielo azul andino.
Se la di. Él había estado cavando en un jardín,
dando vuelta terrones de tierra,
algunas raras, deformes pepas,
algunas papas.
Me alcanzó una,
una papa del tamaño de la naranja
que parecía haber estado enterrada cien años,
una papa que llevé conmigo
hasta que al fin vi allá abajo el valle de Urubamba,
picos brotando de la jungla rumbo a las nubes
y ahí entre las nieblas
estaba el Templo del Sol
y la Ciudad Perdida de los Incas.
Mirando hacia atrás ahora, después de todos estos años,
lo que más recuerdo,
lo que más me importa,
es ese granjero, solo en su ladera,
que me dio una papa,
una papa con su cara campesina,
sus bultos, sus cráteres lunares,
una papa que cabía perfecta en mi mano,
una papa que me consoló mientras caminaba,
que me dijo no tengas miedo,
me mantuvo cerca de la tierra,
la papa que puse en una olla esa noche,
la papa que herví en las alturas de Machu Picchu,
la paciente, nudosa papa
que me comí.
DOCUMENTAL
Acercá más la cámara. Enfocá
el ardiente ghat. Han terminado
la ceremonia alrededor del cuerpo, ahora están encendiendo
la pira de madera. Mirá cómo las lenguas de fuego
brotan de los miembros. Apuntá a la cabeza -
quedate ahí- captá el cráneo mientras estalla.
Panorámica desde abajo del torso, el espinazo en cenizas,
las caderas desmenuzándose. Retrocedé al plano escénico-
el Ganges fluyendo. Mantené filosa
la tensión, tal vez captes la silueta
del poco común delfín de río. Filtrá la lente para captar
el azul en el limo del barro.
Ahora hacé zoom en el medio del río,
el pequeño bote, el botero arrojando a un niño
por la borda. Tomá la flexión de sus músculos
mientras lucha con la roca atada al cuerpo.
Ahí regreso a la panorámica, la vista,
la tormenta precipitándose.
Relámpagos brillando
sobre el palacio del río.
La llovizna plateada.
Un suave brillo en el agua.
Trad. Robert Rivas
(Fuente: Inútiles misterios blog)
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