jueves, 7 de enero de 2021

Joseph Stroud (California, EEUU, 1943)

 

 

MANNA


 En todas partes, en todas partes, la nieve cae tamizada,

 un mundo que se torna blanco, sin sonidos,

 ya no es posible encontrar el corazón del día,

 el sol se ha ido, el cielo no está en ninguna parte, y de todo

 lo que he querido en la vida -así sea- lo que fuere

 que me trajo aquí, azar, suerte, cualesquiera

 sea la bendición de la cual cada copo es la pista, yo estoy

agradecido, doy testimonio, abro mis brazos,

 palmas hacia arriba, sé que es imposible sostener

 mucho tiempo lo que amamos del mundo, pero mírenme,

 es tonto, vergonzoso, arrogante decir esto,

 miren cómo la nieve cae tamizada, miren qué feliz

 que soy.

 


 [Manna es Maná, el alimento que Dios le dio a los judíos

durante su marcha de 40 años por el desierto, luego del Exilio.]

 




 ESTE BUEY, ESTE CUERPO


 Una vez más

 arar

 a través del dorado

 campo de la mañana

 bajo el peso

 del sol

 y cuando el día

 haya terminado

 beber del canal

 agua fresca

 rebosante

 de estrellas

 




 LA PAPA


 A los tres días de viaje

 perdí el Camino del Inca

 y batallé alrededor de los Andes

 en un pánico creciente

 mientras en una ladera debajo de la línea nevada

 conocí a un granjero que me señaló el camino-

 Machu Picchu allá, dijo.

 Él sabía adónde yo quería ir.

 Saqué de mi mochila una naranja.

 Pareció prenderse fuego

 en ese alto cielo azul andino.

 Se la di. Él había estado cavando en un jardín,

 dando vuelta terrones de tierra,

 algunas raras, deformes pepas,

 algunas papas.

 Me alcanzó una,

 una papa del tamaño de la naranja

 que parecía haber estado enterrada cien años,

 una papa que llevé conmigo

 hasta que al fin vi allá abajo el valle de Urubamba,

 picos brotando de la jungla rumbo a las nubes

 y ahí entre las nieblas 

 estaba el Templo del Sol

 y la Ciudad Perdida de los Incas.

 Mirando hacia atrás ahora, después de todos estos años,

 lo que más recuerdo, 

 lo que más me importa,

 es ese granjero, solo en su ladera,

 que me dio una papa,

 una papa con su cara campesina,

 sus bultos, sus cráteres lunares,

 una papa que cabía perfecta en mi mano,

 una papa que me consoló mientras caminaba,

 que me dijo no tengas miedo,

 me mantuvo cerca de la tierra,

 la papa que puse en una olla esa noche,

 la papa que herví en las alturas de Machu Picchu,

 la paciente, nudosa papa

 que me comí.




 DOCUMENTAL


 Acercá más la cámara. Enfocá

 el ardiente ghat. Han terminado

 la ceremonia alrededor del cuerpo, ahora están encendiendo

 la pira de madera. Mirá cómo las lenguas de fuego

 brotan de los miembros. Apuntá a la cabeza -

 quedate ahí- captá el cráneo mientras estalla.

 Panorámica desde abajo del torso, el espinazo en cenizas,

 las caderas desmenuzándose. Retrocedé al plano escénico-

 el Ganges fluyendo. Mantené filosa 

 la tensión, tal vez captes la silueta 

 del poco común delfín de río. Filtrá la lente para captar

 el azul en el limo del barro.

 Ahora hacé zoom en el medio del río,

 el pequeño bote, el botero arrojando a un niño

 por la borda. Tomá la flexión de sus músculos 

 mientras lucha con la roca atada al cuerpo.

 Ahí regreso a la panorámica, la vista,

 la tormenta precipitándose.

 Relámpagos brillando

 sobre el palacio del río.

 La llovizna plateada. 

 Un suave brillo en el agua.

 

 

Trad. Robert Rivas

 

(Fuente: Inútiles misterios blog)

 

 

 

 

 

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