EL NIÑO DE LA LLAVE
Mi verano ocupa ocho metros cuadrados,
una comida al día
por beca de comedor.
Me llaman Niño pero mi nombre es Pablo.
Llevo la llave de nuestra habitación al cuello.
Gente extraña que ni saluda,
realquilados en
una casa ajena.
¿A qué edad puede quedarse solo un niño?*
Hoy aprendí una palabra nueva: vulnerabilidad.
Sé cuidarme, ¡a
la fuerza!
Otro año sin campamentos, sin bono de piscina.
Llegaré para cenar, dice mamá, portaos bien.
Mi hermana Alicia y yo jugamos al escondite,
a hacernos invisibles a la música alta,
peleas y portazos, paredes de papel.
A veces el verano
se ensancha:
veo telenovelas con mi madre,
anuncios de helados, parques de atracciones,
autocines, Chicken
McBites,
vacaciones en la playa, de otros,
fuegos artificiales de las fiestas, de otros.
Y hablamos con mi abuela por whatsapp.
Echo de menos las tardes con Jorge,
teníamos wifi y
su tablet enorme,
los paseos en bici, héroes sin angustia,
el tiempo para querer.
Voy a la biblioteca, es gratis, se está fresquito.
Leo a Salgari,
Mortadelo y Stevenson.
¡Pasa tan rápido el tiempo en los libros!
Recuerda: Mi verano ocupa ocho metros cuadrados.
* Según la ONG Educo, en España hay 580.000 niños de entre 6 y 13 años que se quedan solos por las tardes en verano. 1 de cada 3 niños y niñas viven en riesgo de pobreza y exclusión social. 2.370.000 menores de 16 años.
En Nuestra venganza es ser felices. Ed. Tranvia Verde, 2020
(Fuente: Voces del extremo)
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