sábado, 26 de septiembre de 2020

Ana Corvera (Zacatecas, México 1984)

 

 

 Libélula (Anax imperator)


Se dice Hada Cornuda pero todos le gritan Equino del Diablo. Anida bajo las aguas y huye cuando sus hijos asoman por primera vez a la superficie con deseos de galopar.

Asumirse etérea significa predicar sin palabras, borrar la sonrisa de quienes la amaron apoyada en sus propios sonidos. Por eso calla. Tararea anhelando que ninguno se contagie de su fiebre de invisibilidad.

Nadie debe estar cerca. Si alguien robara sus dientes, ella desaparecería enseguida y borraría su destino. Por eso se esconde y no ríe. No quiere que la toquen, apenas la lluvia y sólo para que termine con la llama de sus pensamientos.

Los adultos también le dicen enfermedad de los niños y por eso la siguen cuando quieren olvidarse de las responsabilidades, del mundo. Admiran que jamás se detenga, aunque sus familiares pregunten las razones de su exilio.

El corazón de la libélula es una brújula en el aire. Ella navega, no se detiene hasta que un tipo de oscuridad la obliga a convertirse en un sobre muerto, lleno de mensajes cifrados.

Inmóvil, se deja auscultar por un otro. Le muestra sus alas blancas y sus cuernos rosados, idénticos a los que, en efecto, poseen las pequeñas heroínas de los cuentos.

 

 

(Fuente: La parada poética)

 


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