Apología de los puntos cardinales I
Antes de que los peces hurgaran en las costas
con la memoria deshecha, el gesto sobrecogido
y los páramos secaran sus primeros muertos,
[antes de nosotros, inclusive,
cuando no teníamos nombre]
cuando el Cosmos se extendió, negro mantel,
por los 3.1416 lados de la mesa*
y en la tierra fragmentada como pan se hizo la noche
los amantes ya se acariciaban.
No se fue la luz, pero como un pájaro dormido
abrió un silencio gris en el estruendo
y se apagó una vela, el cuarto en luto.
Nos gustaba el aire.
Abrimos cada uno de los párpados
y suave era el azul como una niña
y era la lluvia como un traje verde.
Éramos los clavos en la cruz,
eso cuanto había entre océanos,
hielos, montes, oros, aguas, piedras,
cuarzos como ofrendas e incensarios.
Uno en uno, transfigurados siglos
configuraron el tiempo, lo vistieron de navío
y decidieron de pronto que debía izarse al mar.
Nuestras piernas, ángulos, compases,
estaban entreabiertas. Las aristas de la infinitud.
Quirón hizo otra vez a cabalgatas
cada una de las latitudes,
sendas espirálides que mojan
hondas y calladas procesiones.
Hablaron Hunahpú e Ixbalanqué
Amo, amas, amare, amavi, amatum —una hoz de pájaros celestes
cortaba las esquinas de los cielos y la tierra.
Astrónomos que flechan las planicies de este Oeste,
la oliva del olvido era su oliva,
el canto de los cántaros su canto,
la almendra de la alondra era su almendra.
Y así fueron pobladas de sudor las catedrales.
* Todo era perfecto y redondeado,
un clamor de génesis perpetuas
las percusiones del Pi (π)
en Antes de nosotros (2007), incluido en Astronave. Panorámica de poesía mexicana (1985-1993) (Ediciones de Punto de partida, México, 2013, comp. de Gerardo Grande y Manuel de J. Jiménez).
(Fuente: Asamblea de palabras)
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