Éramos nosotros
Luego era ella
y lejos, de espalda. Era yo
sentado en el paradero
cabezagacha al escribir una línea
temporal donde seguíamos siendo:
casas a medio terminar en Tacna
flores plásticas que enternecen los pasillos
del mall en la capital, giros de una historia
un poco aburrida pero todavía calurosa.
Éramos felices juntos y luego ya no.
Luego conocimos otras maneras
de conjugar el verbo ser y estirar
su silbido hasta desaparecer
sobre lo oscuro de tu curvatura.
Hoy ninguno miró la luna
mientras estuvo llena de ganas
al buscar su rebote energético
con la siguiente situación:
uno se acomoda para dormir
en el bus, el otro nunca contestó
y no tiene su buzón de voz creado.
Playlist: the strokes,
On the other side
Junto a la culpa
se fue también el picor
de las cosas rojas.
El cielo lleno de huesos floreros
quedó: alambre con púas llorando
preciso en la pantorrilla clamidia
del santo grial anciano.
Camina lento y joven
sobre el verano, fuego angelical:
fiscales transhumanos —al realzar
traumas infantiles— proponen tareas
sutiles del desapego a lo que suena
metálico. La torcedura de tus muñecas:
es el recuerdo promiscuo
o una deuda triste, dijiste
antes de solapar su comentario
frente al rechazo lumínico
del espejo sobre aquellos
zapatos viejos de la locomoción
pública en marzo.
La intuición nocturna de algunos
pétalos de tomillo, inició en mí
una postura corporal
que pertenece a tu odio:
al no comprender el orden
impuesto por un demiurgo de claustro
sobre lo amplio del hielo permanente
cubriendo sin culpa aprendida
lo que antes de ayer
se llamó compromiso.
Ya pedí el deseo
de sabor amargo en los frutos
colgando de tus orejas para simular
ser buda en el sillón
y adornar casas del barrio alto.
¿Cuándo los portones eléctricos
cumplen la función de meta
en maratones de frituras nocturnas
y sonrisas modernas, según
los adornos que ostentas
para verte feliz?
de Musculatura de las paredes internas,
(Fuente: Vallejo & company)
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