ELLA SE SIENTE
Ella se siente a veces
como cosa olvidada
en el rincón oscuro de la casa
como fruto devorado adentro
por los pájaros rapaces
como sombra sin rostro y sin peso.
Su presencia es apenas
vibración leve
en el aire inmóvil.
Siente que la traspasan las miradas
y que se vuelve niebla
entre los torpes brazos
que intentan circundarla.
Quisiera ser siquiera
una naranja jugosa
en la mano de un niño
–no corteza vacía–
una imagen que brilla en el espejo
–no sombra que se esfuma–
y una voz clara
–no pesado silencio–
alguna vez escuchada.
*
MUJER
Un ser que aún no acaba de ser.
No la remota rosa
angelical
que los poetas cantaron.
No la maldita bruja
que los inquisidores quemaron.
No la temida y deseada
prostituta.
No la madre bendita.
No la marchita y burlada
solterona.
No la obligada a ser buena.
No la obligada a ser mala.
No la que vive
porque la dejan vivir.
No la que debe siempre
decir que sí.
Un ser que trata
de saber quién es
y que empieza
a existir.
*
UN DÍA
Este cielo nublado
de tempestad oculta
y lluvia presentida
me pesa;
este aire denso y quieto,
que ni siquiera mueve
la hoja leve
del jazmín florecido,
me ahoga;
esta espera
de algo que no llega
me cansa.
Quisiera estar lejos,
donde nadie
me conociera:
nueva
como la yerba fresca,
ligera,
sin el peso
de los días muertos
y libre
ir por caminos ignorados
hacia un cielo abierto.
***
Nota biográfica:
Alaíde Foppa era esbelta y tenía un aire de actriz de cine de mitad del siglo pasado. Bien podría haber encarnado a la heroína de una película basada en su propia vida, tan intensa y apasionada como trágica. Más allá de su aspecto burgués, que algunos le reprocharon al comienzo, su compromiso con las causas humanas y los derechos de las mujeres resulta incuestionable. Hija del dramaturgo, periodista y diplomático argentino Tito Livio Foppa (Adrogué, 1884 - Buenos Aires, 1960) y de Julia Falla, una guatemalteca de buena posición económica, esta poeta, ensayista, crítica de arte, traductora y docente universitaria nació en Barcelona el 3 de diciembre de 1914, pasó su infancia en la Argentina y sus años de juventud en Bélgica e Italia. En 1943, tras graduarse en Letras e Historia del Arte en la Universidad de Roma, emigró a Guatemala, donde se involucró de lleno en la vida política vernácula, conmovida por “la enorme injusticia social, la pobreza y la explotación del indio”, como confesó en una oportunidad. En Guatemala, obtuvo la carta de ciudadanía, ejerció la función pública y la docencia y mantuvo un romance fugaz con el entonces Presidente Juan José Arévalo Bermejo, que dio lugar al nacimiento de su primer hijo. (Curiosamente, Arévalo Bermejo estudió y se doctoró en Filosofía y Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional de La Plata.) Poco después, conoció a Alfonso Solórzano, fundador del Partido Guatemalteco del Trabajo, con el que se casó y tuvo cuatro hijos más. En 1950, luego de una estancia en París, donde su esposo cumplió funciones de cónsul, volvió a radicarse en Guatemala, pero el golpe de Estado de 1954 la obligó a exiliarse con toda su familia en México. Con el correr del tiempo, tres de sus hijos se alistaron en la guerrilla guatemalteca, decisión que les costó la vida a dos de ellos. Durante su exilio en el país azteca, Alaíde fue docente en la Universidad Nacional Autónoma de México, fundó la revista feminista “Fem”, colaboró con el programa radiofónico “Foro de la Mujer” e integró activamente la Agrupación Internacional de Mujeres contra la Represión. Por su casa desfilaron intelectuales de la talla de Miguel Ángel Asturias, Luis Cardoza y Aragón, Elena Poniatowska y Susan Sontag, entre otros. Quienes la conocieron aseguran que fue una mujer de carácter amable pero firme, sensible y solidaria, cautivada por el arte y sin ambiciones materiales. Todo ello sumado a una inteligencia lúcida y atenta. En 1980, tras la muerte de su esposo, Alaíde regresó a Guatemala sin calcular debidamente los riegos: tanto es así que el 19 de diciembre de ese mismo año fue secuestrada por efectivos del ejército, que la hicieron desaparecer. Desde entonces, no volvió a tenerse noticias de ella. La presunción lógica es que la asesinaron. Cabe agregar que Alaíde dio a conocer la mayor parte de su labor creadora en México. Como no podía ser de otro modo, su poesía trasunta, mediante versos cortos y despojados, toda la carga vivencial que le tocó experimentar en sus distintas facetas de mujer. Dos selecciones de sus poemas fueron publicadas de manera póstuma en 2000 y 2006: “Antología Poética” y “Viento de primavera: antología poética, 1945-1979”, respectivamente. Sirva para recordarla esta pequeña muestra de su obra:
(Fuente: Cesar Cantoni)
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