LOS PIBES DE LAS ALTURAS
Antes de ser lanzallamas, fuimos el puro fuego.
De algún modo éramos el gesto que anticipa el detonante,
mientras reíamos como ausentes de todo riesgo.
Nada de lo que ha sido oscuro nos fue negado,
y en esa intangible oscuridad nos elevamos
cuantas veces fue necesario tratando de ser felices.
Tocamos el sol, y quemadas las manos arrojamos arena
en los ojos de los cobardes, esos que nunca
se animaron a tirarse desde el cielo y en picada.
Ellos no merecían ver nuestros juegos,
no estaban en condiciones, ni tan siquiera, de envidiarnos.
Tomamos las alturas como un campo desprovisto
de imposibilidades, y a ese cielo le pusimos maleza
para que los poderosos crean que era un baldío.
Fuimos dichosos aún cuando nos faltaron dientes
para masticar las cuerdas que habría de sujetarnos
cuando volvíamos de aquella altura.
Tuvimos tanta sed, tanta hambre,
como marcas en la cabeza.
Somos esos que cada tanto se juntan a cantar bajo el arco iris,
y miran crecer el río con la calma de los condenados.
(Fuente: Daniel Rafalovich)
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