Valle del caballo blanco
Ahí conocí a mi futura esposa. Ella estaba parada debajo de un castaño resguardándose de un chubasco de verano. Frené y le ofrecí llevarla. Parecía que no me escuchaba. Bajé del auto y me acerqué hasta ella. A la vista y al tacto, su piel parecía de porcelana. “¿Estás bien?”, le pregunté. Abrió y cerró los ojos como si saliera de un trance. “Estaba buscando el caballo blanco”, me dijo. La llevé a un hospital donde el médico le diagnosticó que era mi futura esposa. “Sin duda alguna es su futura esposa”. Nos besamos, y así nació la Autopista Transcanadiense.
Traducción de Ezequiel Zaidenwerg
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