HAS MUERTO
Evoluciona la noticia y llega como una nube seca del desierto, minúsculas agujas de arena, a lastimar la retina.
Oigo una atmósfera oscura como una inmensa noche, en el oído del cadáver escucho las propias blasfemias.
En la nariz de las rosas se cuela una música fúnebre irrespirable.
Y tú, palo de rosa, conozco tu vacío más de lo necesario, demasiado para el gusto de cualquiera.
Del resto de los restos no hablemos. Nada más que vacío, menos que poco, sólo un vacío, nada más que un todo, menos que negro, menos que el incoloro ombligo de un muñeco de goma, sólo un ombligo.
Has muerto. Balbuceo cenizas en las manos y en la tribulación de mi espacio acribillado de espaldas que musitan miradas de reojo.
Me asiste una calma blanca de alabastro. Y una extrañeza de prismas tibios en los ojos como una rara salmuera ajena y desconocida.
Fuiste el hombre que apretó el gatillo y mató toda emoción para vivir mejor. Fui la mujer que te entregó el arma.
Has muerto. En una cáscara de nuez rema la muerte. Se desprende en ramas heridas y se vuelve cautelosa al tener que relatar el caso excepcional del Cristo de bronce que cayó estrepitoso de la cruz.
La paz no se halla necesariamente en una mesa servida. Tampoco en un montón de papeles apestosos que uno no sabría bien dónde esconder.
Y el cascabel, oigo el cascabel de la serpiente que asomará por tu boca, líneas de fuga errantes, llave maestra, se comerá las flores, se comerá tus uñas y reptará en el laberinto buscando el fondo de ti insatisfecha.
Adiós sudario a medida tan blanco como negra es la inespesura.
Sin prisa sin pausa
Chivilcoy, Buenos Aires, Argentina
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