Yo espero siempre, todavía espero…
Yo espero siempre, todavía espero
que llegue el día, que llegue la aurora,
y que ella venga para darme un beso
y ofrecerme un geranio en su florero,
antes de que la nube todavía roja
del día final se haya desvanecido,
sobre el lido,
sobre el médano.
Es ya la última hora:
transcurre calma y silenciosa,
mientras se lleva la luz de la vida;
y aquí yo espero, todavía espero.
Biagio Marin
[Versión de Pablo Anadón.
Los Molles, 27-XII-22]
*
Me 'speto senpre, 'speto incora,
che fassa l'alba, che fassa l'aurora,
e che la vegna a dâme un baso,
a ufrîme el so geranio in vaso,
prima che 'l nuòlo incora rosso
de l'ultima zornâ sia disparìo,
sora del lìo,
sora del dosso.
Xe za l'ultima ora:
la score calma e sita,
la porta via la luse de la vita,
e me son qua che 'speto incora.
[Io aspetto sempre, aspetto ancora che faccia l'alba, che faccia aurora, e che venga a darmi un bacio, a offrirmi il suo geranio nel vaso, prima che il nuvolo ancora rosso dell'ultima giornata sia scomparso, sopra il lido, sopra il banco di sabbia. È già l'ultima ora: scorre calma e silenziosa, porta via la luce della vita, e io sono qua che aspetto ancora.]
Biagio Marin
(Grado, 1891-1985)
Del libro A sol calào, Rusconi, Milano, 1974.
En la ilustración: Vincent van Gogh, "Geranio en una olla", 1886.
Escribe Pier Vincenzo Mengaldo sobre la poesía de Biagio Marin: «La dialéctica entre mutassion y eterno se inclina toda a favor del segundo término, que es luego el canto mismo: “La mutación es origen del canto; / no tengas miedo de desaparecer; / dura un instante el día / pero es eterno el encanto” [“la mutassion origina el canto; / no ‘vê paura de sparî; / dura un atimo el dì / ma xe eterno l’incanto”]; y en otro poema se expresa la voluntad de detener y eternizar por medio del canto el flujo del tiempo […]. Pasolini, justamente, ha visto en esta continua reducción y selección, profundamente anti-realista, y en la consiguiente monotonía temática, el resultado de la aspiración “a hacer de Grado el cosmos”, dilatando sus objetos y fenómenos en sentido simbólico-religioso, el signo de una poesía que más quiere afirmarse absoluta cuanto más se constituye sobre lo transitorio y efímero. Estando Marin, en sustancia, fuera de la historia, siempre igual a sí mismo, tranquilamente puede continuar escribiendo sus dos o tres “piezas” diarias (un poco como los Lieder que Schubert apuntaba en las cuentas de la hostería), en una especie de ritual y de cotidiana transacción con lo Eterno.” [Pier Vincenzo Mengaldo, Poeti italiani del Novecento, Mondadori, Milano, 1978, págs. 504-505]
(Fuente: El trabajo de las horas)
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