«Pero para honrar la verdad que es suavemente divina y vive entre los dioses debemos (con Platón) danzar en la mentira que vive ahí abajo entre la masa de hombres trágicos y brutos»,
Traducción de Ana Becciú
Todo mito es un laborioso dibujo repetido,
una proposición de doble filo,
que permite a quien lo use decir una cosa y querer decir otra, llevar
una doble vida.
De ahí la noción que aparece muy pronto en el pensamiento antiguo
de que todos los poetas mienten.
Y de las verdaderas mentiras de la poesía
fue destilándose una pregunta.
¿Qué es lo que en realidad conecta las palabras con las cosas?
No mucho, decidió mi marido,
y siguió usando en lenguaje
como dice Homero que hacen los dioses.
Los dioses conocen todas las palabras humanas pero tienen para ellos
sentidos totalmente diferentes
de los sentidos que tienen para nosotros.
Pulsan el interruptor a su antojo.
Mi marido mentía acerca de todo.
Dinero, reuniones, amantes,
el lugar de nacimiento de sus padres,
la tienda donde compraba las camisas, la ortografía de su apellido.
Mentía cuando no era necesario.
Mentía cuando ni siquiera era conveniente.
Mentía cuando sabía que sabían que estaba mintiendo.
Mentía cuando mentir rompía sus corazones.
Mi corazón. El corazón de ella. A veces me pregunto qué pasó con con ella.
La primera.
Hay algo filo nuevo y ardiente en la primera infidelidad conyugal.
Taxis para arriba y para abajo.
Lágrimas.
Grietas en la pared que recibe el golpe.
Luces encendidas hasta altas horas de la noche.
No puedo vivir sin ella.
Ella, la palabra que estalla.
Luces todavía encendidas de mañana.
en La belleza del marido. Un ensayo narrativo en 29 tangos, 2003
(Fuente: Descontexto)
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