Las Crónicas del Capitán Snorkel, 18 -
Una previa contra Ezra.
Cuando Pound dijo que la poesía
era cosa de capitales
presto e ingenuo
revisé mis bolsillos.
Nunca esperé sacar de ellos
una plaza con su basílica
ni herir mis manos
con la aguja de una torre metálica.
Mi capital
estaba constituido
por puentes rotos y ríos falsos.
Pensé
a cuánto ascendería mi deuda con la poesía
el día en que, desprovisto de la más elemental riqueza
se me exigiera el símil más exiguo
y a cambio yo prometiera
las costas de una isla desolada.
Ezra bien pudo
señalar la puerta que abría al mundo la palabra
o reconocer las ciudades donde ésta brillara mejor,
pero bien sabemos que el verso
es una moneda al aire
y que en algún momento de su giro
-en un ángulo fugaz que esconde todos los espejos-
el sol hace de ella otro sol.
Me quedaba entonces la idea que
la única moneda oculta en mi mano
bien podría ser la isla
que más necesitaba
y que la poesía podía irse al demonio
con todo y sus cuitas de amor parisino
y los castrados bonachones de Picadelly Square.
Ezra Pound, por esta vez, no tendría razón.
Era preferible que callara,
viniera conmigo a la playa
y diera paso a su Cantos.
F.E.
(Fuente: Bitácora del párvulo)
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