viernes, 26 de abril de 2019
James Merrill (Nueva York, 1926 – Tucson, 1995)
El vaso roto
Decir que alguna vez contuvo margaritas y campánulas
es ignorar, al menos,
su vigoroso brillo, quebrado contra el suelo,
el ancho vaso que parecía contener el sol,
verdes hojas orladas, su resplandor deshecho,
su cristalina integridad dispersa por doquier.
Los espectros, ya libres, hablarán
de helados floreceres en el frío vidrio roto.
Fragmentos de cristal caídos de la unidad al caos,
pero sujeta a cada borde
la marca opalina de la imperfección
cuyos rayos, dispersos, propondrán
más de una red de oblicuas luces
que atraviesen la noche en todas direcciones
y esbocen en la estancia
las convincentes aptitudes del fuego.
Las espléndidas curvas de artificio vidriado
dan fe de su pureza
en unidades lúcidas. Liberadas, ahora,
como el amor que triunfa sobre lo inconstante
y construye armonía con las disonancias
y en nosotros, roto, yace de algún modo, como
si el tiempo fuera un vaso roto,
y nuestra última alegría al saberlo incurable.
Desde el suelo las ruinas irisadas de astillas
cortan el aire en estructuras,
y delimitan, como ojos o brújulas, un rostro
de matemática fijeza, un haz luminoso
en cuyo círculo pueden inscribirse
todas las soledades del amor, un cuarto para el rostro del amor,
los proyectos del amor, reverdecidos,
los monumentos del amor como lápidas en nuestras vidas.
Traducción Ernesto Hernández Busto
(Fuente: Caína bella blog)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario