Balada arrítmica para un viajero
Yo
tenía un amor,
un
amor pequeñito,
y mi
amor se ha ido.
Feliz
viaje, mi amor, feliz viaje!
No era
muy grande mi amor:
no era
muy alto;
nunca
lo vi en traje de baño;
pero
debía tener un cuerpo
parecido
al de Suárez.
Mejor
dicho, al de Dempsey.
Tampoco
era un genio;
se
reía siempre, eso sí;
le
gustaban los árboles;
acariciaba
al pasar
a los
niños.
Yo le
hubiera regalado
un
arco
para
que volteara estrellas...
Pero
tuve miedo
que
alguna
te
cayera en la cabeza, lector:
son
tan grandes!
Anoche
mismo se fue;
tomó
un vapor
que
medía una cuadra:
demasiado
extenso para él;
no es
un gigante.
Ahora
lo veo pequeño al buque,
muy
pequeño;
me
parece, solamente,
una
lanzadera
de
máquina de coser
temblando
en el filo
de una
montaña movible.
Senor
camarero,
señor
camarero del vapor:
hágale
usted una gran reverencia
cuando
lo vea pasar,
estírele
bien las sábanas de la cama,
despiértelo
con suavidad.
Señorita
viajera:
usted,
la más hermosa del barco:
mírelo
a los ojos con ternura;
dígale
con ellos cualquier cosa:
—Me
casaría con usted ahora mismo.
O si
no —Vamos a tomar
juntos
el té.
Y usted,
señor Río,
no sea
imprudente;
pórtese
como un caballero
con un
hombre que sueña;
necesita
cunas,
aun
cuando sean de agua.
No he
visto nunca
en el Río de la Plata
peces
voladores.
Si hay
alguno que no vuele:
no le
gustan los peces,
y
menos si tienen alas.
Mañana
llegará a un puerto,
junto
al muelle se parará el vapor:
Oh
señor Buque; oh estuche
en que
mi pequeño amor
hace
de diamante:
no
trepide mucho al atracar,
no dé
brincos!
Él
bajará la escalerilla
cantando
un foxtrot.
Siempre
canta un foxtrot.
Llevará
un traje gris
y un
sobretodo azul marino.
No se
los manche, usted, por Dios,
Señor
Buque:
mi
amor es pobre...
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