Espíritu de turbulencia,
que en contra de la tierra y de los hombres
Agita iracundo, incoercible, el antiguo perturbador
Que descuartiza a las ciudades como a corderos,
que al Olimpo una vez Asaltó
que hierve en los montes y allí lanza sus llamas,
Que descuaja los bosques y se adentra en el océano
Despedazando los navíos; y sin embargo en el orden
eterno
Nunca te subvierte
¡Oh naturaleza, ni cambia una sola sílaba
En las tablas de tus leyes!
porque también él es hijo
tuyo ido con el espíritu de la calma nacido de un único vientre.
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