lunes, 2 de diciembre de 2024

Carlos Drummond de Andrade (Brasil, 1902 - 1987)

 

 

Desnudez

 

No cantaré amores que no tengo
y, cuando tuve, nunca celebré.
No cantaré la risa que no reí,
y que si riese, les daría a los pobres.
Mi materia es la nada.
Jamás le canté a algo de la vida:
si el canto sale de la boca ensimismada,
pues la brisa lo trajo, se lo lleva la brisa,
y no sabe la planta qué viento la visita.

¿O sabrá? Algo, tal vez, de nosotros se transmite,
aunque disperso y vago, tan extraño,
que si regresa a mí, al que lo apacentaba,
su oro presunto es cobre y es estaño,
estaño y cobre,
y lo que no es maleable deja de ser noble,
y no era amor aquello que se amaba.

Ni era dolor aquello que dolía;
¿o duele ahora cuando ya se fue?
¿Hay dolor que se sepa dolor y no se extinga?
(No le cantaré al mar: que el mar se vengue
de mi silencio en este caracol)
¿Qué sentimiento vive y ya prospera
cavándonos la tierra necesaria
a fin de sepultarse de la manera austera
de quien vive su muerte?
No cantaré lo muerto, porque es el canto mismo.
Ya no sé del espanto,
de la húmeda aparición que viene desde el norte,
y va del sur, y cuatro, hacia los cuatro vientos
ajusta en mí su terno de lamentos.
No canto, pues no sé, y toda sílaba,
al acaso reunirse a su hermana, 
las veo convertirse en serpientes irritadas.

Amante de serpientes, pasaré
mi vida boca abajo sobre el césped,
viendo la línea curva que se extiende,
o se contrae y atrae, más allá de la pobre
área de luz de nuestra geometría.
Estaño, estaño y cobre,
tal como mis pecados, cuánto más me escapé
de lo que finalmente capturé, 
ya no apuntando a blancos inmortales.

Oh, descubrimiento retardado
por la fuerza de ver.
Oh encuentro de mí, en mi silencio,
Configurado, lleno, en una casta
expresión de temor que se despide.
El golfo más dorado me circunda
con apenas cerrarse una ventana.
Y ya no juego a la luz. Y doy noticia estricta
de lo que duerme
bajo placa de estaño, sueño informe,
recordar de raíces, aún menos,
un callar de serenos,
deshidratados, sublimes osarios
sin huesos;
la muerte sin los muertos; la perfecta
anulación del tiempo en varios tiempos,
al fin la desnudez más allá de los cuerpos
que modelan praderas en el vacío del alma,
que es apenas un alma, y se disuelve.
 
 
 Traducción de Ezequiel Zaidenwerg-Dib 

 

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