Ley como amor
La Ley, según los jardineros, es el sol,
La Ley es aquella
que hay que obedecer
hoy, mañana, ayer.
La Ley es la sapiencia de los viejos:
chillan y refunfuñan los impotentes abuelos;
con voz tipluda los nietos dicen:
La Ley es los sentidos de la juventud.
La Ley, dice el cura con su cara de cura
explicándole a los laicos,
La Ley son las palabras de mi devocionario,
mi púlpito y mis torres son La Ley.
La Ley, dice el juez desde su solio,
hablando claramente y con severidad,
La Ley, como antes había dicho,
La Ley, como supongo ya saben,
La Ley, si otra vez me permiten explicarlo,
La Ley es La Ley.
Aún así, los sabios observantes de la ley escriben:
La Ley no es ni equívoca ni justa,
La Ley sólo es los crímenes
castigados en tiempos y lugares,
La Ley es la ropa que los hombres usan
en cualquier parte, en un tiempo cualquiera,
La Ley es Buenos Días y Buenas Noches.
Otros dicen, La Ley es nuestro destino;
otros dicen, La Ley es el Estado;
otros dicen, otros dicen
ya no existe La Ley,
La Ley se ha ido.
Y dice siempre la escandalosa turba
tan terrible, tan gritona:
La Ley somos nosotros;
y siempre, suavemente, el suave idiota: Yo soy La Ley.
Si nosotros, amada, sabemos que no sabemos
más que ellos sobre la ley,
si yo, no más que tú,
sé lo que debemos hacer y lo que no
y que todos concuerdan
alegre o tristemente
en que la ley es
y en que todos lo saben,
y entonces pensando que es absurdo
definir a la Ley con alguna otra palabra,
a diferencia de muchos otros hombres
no puedo decir La Ley es… otra vez;
no menos que ellos podemos suprimir
el universal deseo de adivinar
o abandonar nuestra propia posición
a una condición despreocupada.
No obstante yo puedo, al menos, confinar
tu vanidad y la mía
a la tímida proposición
de una tímida similitud,
que, con todo, propondré:
que es como el amor yo digo.
Como el amor ignoramos por qué o dónde
como al amor no podemos someterla ni evadirla
como al amor la lloramos con frecuencia
como al amor rara vez la conservamos.
Trad. Guillermo Sheridan
(Fuente: Revista Altazor)
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