domingo, 30 de abril de 2023

Victoria Viola (Buenos Aires)

 



ÁRBOL

 
La voz del árbol.
 
Decidiste hacer la casa, aquí, donde crecí solo.
Por las tardes mi sombra te cubre
como aquel kimono que abandonaste cuando tu vida era nueva.
Mi sombra de espinas y semillas
de avispas
de adentros.
Tu piedad me dejó ser.
 
La voz de ella.
 
Aquí cabe lo oscuro.
El insecto aturdido, mi espera.
La espina que ignoro, el tacto y la sangre.
La futura sombra apretada en la semilla abatida
donde mi cuerpo no estará.
 
 

COLOR
 

Los murmullos de la madre y su hijo se anunciaban entre la luz. Mi habitación les daba refugio.
Su hijo tenía los ojos del color del té que mi padre olvidaba beber y la risa en forma de canto.
Él reía. jugaba en el agua de su pileta y reía. A veces la voz ácida de la madre lo silenciaba y el murmullo abandonaba su latido.
Otras veces le exigía que se vistiera. Que se vistiera y peinara. Que se peinara bien, muy bien, con la raya prolija a un costado. Un sonido a látigo en la siesta.
Sólo algunas veces él corría por su jardín. Podía oír su risa sumergirse en la distancia. Antes que el sol los abandonase, la madre exigía que recogiese todos los juguetes arrojados entre sus rosales perfectos.
En el corazón del jardín, sentados en el último rectángulo de luz, la madre imponía sus certezas.
- ¿De cuál color te dije que era?
-No se…no me acuerdo.
- Repetí querés: El pasto es verde.
- El pasto es verde.
- Repetilo. Otra vez.
- El pasto es verde el pasto es verde…
- Otra vez, hasta que aprendas.
Mi habitación diminuta y sin luz, refugiaba su llanto partido, los verdes imposibles y la hierba del mundo.
 
 
(Fuente: Meta Poesía)

 

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