Preludio
Lo que aquí canta,
lo que aquí expira
trémulo el labio sobre la lira,
no son humanas palabras rudas;
son armonías de otro universo;
son luz del alma cuajada en verso;
son del espíritu las hablas mudas.
Son las silentes
hablas remotas
que, cual gemidos de cuerdas rotas,
por las dormidas selvas del alma
suenan en largas degradaciones,
como elegías, como oraciones,
como susurros de un mar en calma.
Son hablas tristes
que a nuestro oído
pronuncian seres que hemos perdido;
son vagas músicas; son remembranza
de lo entrevisto, de lo soñado;
son el memento de lo pasado
y el sursum corda de la esperanza.
Son lo indecible,
lo inexpresable;
voces amorfas de lo inefable
que en vano ensayan lenguas ignotas,
y en ansia eterna como el deseo
tercas repiten su balbuceo,
como en la playa las olas rotas.
Son vaticinos,
son confidencias;
gárrulos himnos, blandas cadencias,
trovas que el viento silba en las cañas,
risas que el agua presa borbota,
rachas que vienen de playa ignota
trayendo sílabas de hablas extrañas.
Manar de fuentes
que sin rumores
fluyen del seno de los amores;
raudal perenne nunca agotado,
rumor de besos de honda cisterna,
donde sus labios, con sed eterna,
pondrán las almas que no han amado.
Voces de aurora,
voces de lumbre,
voces de halago, de dulcedumbre;
voces suavísimas, como amasadas
con leche y mieles y luz de luna;
líquidas perlas que, una por una,
beben las bocas de amor quemadas.
Ayes que expiran
bocas dantescas;
largos sollozos de las Francescas
que Amor consume con fuego eterno,
y en cuyos labios abrasadores
florecen rojos besos de amores,
besos que alumbran el negro Infierno.
Sordo murmullo
de sediciones,
hondas, calladas, rebeliones;
roncos bramidos de turba loca
que la conciencia súbito asalta,
como rompiente que en polvo salta
cuando iracunda bate la roca.
Y a veces, sola,
muda, inefable,
truena la augusta Voz formidable:
la que los mundos destruye y crea.
¡La tierra tiembla y el sol se inclina,
mientras sus rayos Siná fulmina,
mientras la zarza de Oreb llamea!
Y a veces honda,
tenue, callada,
suena en nosotros la voz sagrada
como las brisas sobre los mares,
como las arpas de la Poesía,
como las dulces hablas que oía
la tierna Esposa de los Cantares.
Son hablas mudas,
largos arrullos,
quejas suaves, blandos murmullos;
hablas que esparcen raras virtudes;
hablas que esconden altos misterios,
ora salmodien como salterios,
ora suspiren como laúdes.
Largos arpegios
de arpas de oro,
que por el aire blando y sonoro
desgranan notas como sartales
de vivas perlas de claro Oriente;
versos que oculta rima la fuente
hilando ensueños, plata y cristales.
Notas de un canto
jamás oído;
música muda, voz sin sonido;
voz que tuvieran las ilusiones
llamando a citas inmateriales...
Voz que tuvieran las ideales,
nunca logradas aspiraciones.
Son las silentes
hablas internas
ecos lejanos de otras eternas;
voces que el hombre lleva en su abismo,
voces que agrandan sus soledades
cuando en sus propias inmensidades
se encuentra a solas consigo mismo.
Blanca de los Ríos, incluido en Antología de poetas españolas. De la generación del 27 al siglo XV (Alba Editorial, Barcelona, 2018).
(Fuente: Asamblea de palabras)
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