Lección de supervivencia
Nada hay de bello en el pepino o carajo de mar.
Es, en verdad, un animal sin gracia
como su nombre.
En el fondo de los grandes océanos,
inmóvil, blando, amorfo,
permanece,
condenado a la arena,
y ajeno a la belleza que encima de su cuerpo
despliega el mar.
Se sabe que
cuando el pepino de mar huele la muerte
en el depredador que lo amenaza,
expele su intestino
y hasta el racimo entero de sus vísceras,
que sirven de alimento a su enemigo.
Y es que también nos puede hablar la poesía
desde lo horrible:
con un limpio ritual
huye el pepino de aquello que amenaza con
dañarlo.
Para sobrevivir queda vacío.
Liviano ya de sí y libre de otros
muda de ser.
Y poco a poco,
sus entrañas
se recomponen.
Y vuelve a ser, en letargo de sal,
una entidad que vive a su manera.
(Fuente: Ada Lírica)
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