miércoles, 8 de abril de 2020

Samuel Trigueros (Honduras, 1967)



SÓLO UN PASEO



La carretera o el salvaje sendero de tu vida
nace en el vientre del cosmos
y se adentra en un bosque.
Ahí conoces la solemnidad
del aroma y la resina que después
serán el aguarrás
en que se han de disolver tus días.

Algo se arrastra a un lado del camino.
«Es el amor», piensas,
y ansías la mordedura,
pero el siseo desaparece
entre las hojas de hierba simbólica.

El futuro cae como una bellota a tus pies,
canta la zarzamora,
roja de espejismo, al alcance de tus ansias.

Entras en la espesura
y crees que atrás dejaste
el bingo de las circunstancias,
pero un aullido surge cuando escarbas
entre los restos de tu biografía.
Tu piel comienza a craquelarse,
crepita tu garganta,
la mariposa de la muerte
emprende vuelo nocturno por tu sangre
y choca contra la oscuridad
de todo lo que has perdido.

Estás en el camino
y te rebasan, veloces,
los ciclistas que van hacia el acantilado.
En el caparazón de la tortuga
sientes que hay una verdad impenetrable.                                                                    
Piensas en el río que te resume y te sucede,
en las dársenas donde la memoria estiba
sus fardos de melancolía,
en el taimado cocodrilo de las horas,
en las fauces donde podrías terminar
como alimento de ese ganado anfibio.

Al fondo,
miras el esplendor sangrado de la tarde.

Es el final del viaje.
No hay más.

La apresurada cinta del camino
te arrastra a la colina.




(Fuente: Bitácora del Párvulo)



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