Lluvia de verano
se iba acercando espaciada;
de hoja en hoja, de rama en rama
fue tejiendo un tupido lienzo.
El jardín suspiró, templado y somnoliento,
y bebió el agua, recobrando nuevas fuerzas,
y la hierba crecía
como si alguien la tirara de la oreja.
Cabeceaban campanillas, margaritas,
la amapola guardaba en su puño el abejorro,
y un chico pelirrojo, sin camisa,
con afán de crecer, corría por la vereda.
Los pájaros cantaban y cantaban
cada uno desde su propio hogar,
y la lluvia unas veces apagaba sus trinos,
y otras veces intentaba imitarlos.
Y todo respiraba tanta dicha,
tanto a lo nuevo se afanaba todo,
que yo mismo entonces me sentía
renovarme, crecer, volverme joven.
incluido en Antología de la poesía soviética (Ediciones Júcar, Madrid, 1974, versión de María Cánovas).
(Fuente: Asamblea de palabras)
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