Te dejo la tesitura de la calle...
digo su filamento de calle dolida, como si fuera la mano
estirada de un ciego. Arqueología es el paso —la huella, numismática,
bifrontismo, el ventrílocuo —su verdadero diente—, ¿qué es?
—la pisada un sello, y es así: el aeroplano bimotor se abalanza
sobre la herida de Apolo —digo ésta, la herida del muchacho,
—su incompleta mirada– hablamos de mentiras y el avión se abalanza.
No la balanza, la carta de la justicia —el tarot, la rueda
rota del decir, porque las palmeras alineadas de la avenida son fósforos,
y tu bonanza es ésa: recordar los bosques, mugre de perros
donde crecen árboles, un enfermo terminal diciéndole al tronco:
luces imperecedero, es sabia y no es savia la ronda. Uno extiende
la mano y recibe el mismo hueso de uno. Uno extiende
la mano de hueso y recibe un ámbar —adentro del ámbar
un excremento de perro. Te dejo la tesitura de la calle, una partitura
de música. Digo: su ciencia de calle trazada, el dibujo
geométrico, varilla de castigo —el asesinado: matemática hostil:
cada punto del rostro corresponde a un féretro, el gemido es lumen,
—la selva que vi cabía en bolsas de esporas: el helecho. Un helecho
es el rostro —gime, con lluvia agria es lavado, lo menos, lo más
asesinado —un indio sin nombre— ética y entropía de la distorsión.
*
Cada tajo del cutis, mismo desierto de Nazca. Lo árido
es combativo con sed. No se hibrida el celacanto —la pescadería—, ni
menos como salamandra —el hipocampo es incógnita. El ornitorrinco
va de un poema a otro. Con salto, pasamos de la ciudad al recuerdo
sin abejas del bosque. No digo el cliché, selva, cemento,
fragmento, cuadro sin luz de Mondrian. Puntos de fuga. Ya hartos están
de Puerto Varas, Valencia. Pero cuando el ojo supura
se puede hablar de mirada. Te dejo la tesitura de la calle, su
línea de autobuses rojos y amarillos, la bandera del país,
la sinrazón —implosión, explosión. País. País. Llenos de arcángeles los
chicos de la discoteca, llenos de tronos —legiones, cuerpos celestes, abejas
o granos de sésamo. Es mentira lo uno. La revista de novedades
—un mercadillo hippie— barrios antiguos reformándose de a poco.
Los nuevos vecinos dicen, ¿qué? o, ¡hay estrellas! Es mentira lo uno.
Donde haya un cartel de 1920 habita lo desvaído. La huella es
filatelia, carta astral, bolo alimenticio. Arqueología de calle,
—tal vez teología— dios mismo dice: no hay dios sin diez. Hambre, Belleza
consignadas al hígado. Un obrero es obrero, las niñas góticas,
las niñas lavadas que comen violetas, los chicos inmigrantes
—rayando la pared con aerosol— vibran, hacen luz —son el sol.
Los chicos en monopatines, ¿a qué cielo volarán? Serán el cielo
cuando estiren los brazos y las migas de pan aferradas a sus bolsillos
articulen galaxias que esperamos ver. La ética de contarlas.
en Transversal (2007), incluido en Doce en punto. Poesía chilena reciente (1971-1982) (UNAM, México, 2012, selec. de Daniel Saldaña París).
(Fuente: Asamblea de palabras)
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