domingo, 23 de junio de 2019

Vicente Huidobro (Chile)


Manifiesto tal vez...


Nada de caminos verdaderos y una poesía escéptica de sí misma.
  ¿Entonces? Hay que buscar siempre.
  Mis nervios, dispersos en estremecimientos, sin guitarra y sin inquietud, la cosa concebida así lejos del poema, robar la nieve al polo y la pipa al marino.
  Algunos días después me di cuenta: el polo era una perla para mi corbata.
  ¿Y los Exploradores?
  Se habían transformado en poetas y cantaban de pie sobre las olas derramadas.
  ¿Y los Poetas?
  Se habían transformado en exploradores y buscaban cristales en las gargantas de los ruiseñores.
  He aquí por qué Poeta equivale a Vagabundo sin oficio activo, y Vagabundo equivale a Poeta sin oficio pasivo.
  Sobre todo, es preciso cantar o simplemente hablar sin equívoco obligatorio, sino con algunas olas disciplinadas.
  Ninguna elevación falsa: sólo la verdad, que es orgánica. Dejemos el cielo a los astrónomos, las células a los químicos. El poeta no es siempre un telescopio que se puede cambiar en su contrario, y si la estrella se desliza hasta el ojo por el interior del tubo, ello no se debe a un ascensor sino más bien a una lente imaginativa.
  Nada de máquinas ni de moderno en sí. Nada de gulf-stream ni de cocktail, pues el gulf-stream y el cocktail ya son más máquinas que una locomotora o una escafandra, y más modernos que Nueva York y los catálogos.
  Milán… Ciudad ingenua, fatigada virgen de los Alpes, pero virgen no obstante.
  Y EL GRAN PELIGRO DEL POEMA ES LO POÉTICO
  Yo os digo, entonces: busquemos en otros sitios, lejos de la máquina y de la aurora, y tan lejos de Nueva York como de Bizancio.
  No agreguéis poesía a lo que ya la tiene sin necesidad de vosotros. La miel sobre la miel da asco.
  Dejar secarse al sol el humo de las fábricas y los pañuelos de los adioses.
  Poned los zapatos al claro de luna y después hablaremos de ello, y, sobre todo, no olvidéis que el Vesubio, a pesar del futurismo, está lleno de Gounod.
  ¿Y el imprevisto?
Sin duda, podría ser algo que se presentara con la imparcialidad de un gesto nacido al azar y no deseado, pero está demasiado cerca del instinto y es, por tanto, más animal que humano.
  El azar conviene cuando los dados dan cinco ases o al menos cuatro reinas. Pero salvo estos casos debemos excluirlo.
  Nada de poemas tirados a la suerte; sobre la mesa del poeta no hay un tapete verde.
  Y si el mejor poema puede hacerse en la garganta, es porque la garganta es el justo medio entre el corazón y el cerebro.
  Haced poesía, pero no alrededor de las cosas. Inventadla.
  El poeta no debe ser más instrumento de la naturaleza, sino que ha de hacer de la naturaleza su instrumento. Es toda la diferencia que hay con las viejas escuelas.
  Y he aquí, ahora, que el poeta os aporta un hecho nuevo, muy simple en su esencia, independiente de cualquier otro fenómeno externo, una creación humana, muy pura y trabajada por el cerebro con paciencia de ostra.
  ¿Es un poema, o tal vez otra cosa?
  Poco importa.
  Poco importa que la criatura sea niña o niño, abogado, ingeniero o biólogo, con tal que sea.
  Es algo que vive y perturba, aunque en el fondo permanezca muy calmo.
  Tal vez no es el poema habitual; pero es, al menos.
  Así, primer efecto del poema, transfiguración de nuestro Cristo cotidiano, trastorno ingenuo, los ojos se agrandan al borde de las palabras que se deslizan, el cerebro desciende al pecho y el corazón sube a la cabeza, sin dejar de ser corazón y cerebro con sus facultades esenciales; en fin: revolución total. La tierra gira al revés, el sol sale por occidente.
  ¿Dónde estáis?
  ¿Dónde estoy?
  Los puntos cardinales se han perdido en el tumulto, como los cuatro ases de un naipe.
  Luego amamos o repudiamos, pero la ilusión ha tenido sillas cómodas, el hastío ha encontrado un buen tren y el corazón ha vertido su frasco de olores inconscientes.
  (El amor y el repudio carecen de importancia para el verdadero poeta, pues sabe que el mundo avanza de derecha a izquierda y los hombres de izquierda a derecha. Es la ley del equilibrio).
  Después, es mi mano la que os ha guiado, la que os ha mostrado los paisajes queridos y hecho nacer un arroyo de un almendro sin necesidad de darle un lanzazo en el costado.
  Y cuando los dromedarios de vuestra imaginación quisieron dispersarse, yo los detuve en seco, mejor que un ladrón en el desierto.
  ¡Nada de paseos indecisos!
  La bolsa o la vida.
Esto es neto, claro. Nada de interpretaciones personales.
  La bolsa no quiere decir el corazón, ni la vida los ojos.
  La bolsa es la bolsa y la vida es la vida.
  Cada verso es el vértice de un ángulo que se cierra, no la punta de un ángulo que se abre a todos los vientos.
  El poema, tal como aquí se muestra, no es realista sino humano.
  No es realista, pero se hace realidad.
  Realidad cósmica con atmósfera propia y, seguramente, con tierra y agua, como agua y tierra tienen todos los mundos que se respetan.
  No hay que buscar en esos poemas el recuerdo de cosas vistas, ni la posibilidad de ver otras parecidas.
  Un poema es un poema, tal como una naranja es una naranja y no una manzana.
  En él no hallaréis cosas que existen de antemano ni contacto directo con los objetos del mundo externo.
  El poeta no imitará más a la naturaleza, pues no se da el derecho de plagiar a Dios.
  Allí encontraréis lo que nunca habéis visto en otra parte: el poema. Una creación del hombre.
  Y de todas las potencias humanas, la que más nos interesa es la potencia creadora.

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