El tranvía perdido
De pronto oí graznidos,
Los sones de un laúd, lejanos truenos:
Un tranvía volaba ante mis ojos.
Cómo llegué a montarme en el estribo
Sigue siendo un misterio; dejaba
En el aire una cola de fuego
Que era visible hasta a la luz del día.
Iba avanzando, tormenta alada oscura,
Perdido en el abismo de los tiempos…
«¡Pare usted, conductor,
Pare usted ahora mismo!»
Es tarde ya. Pasamos junto a un muro,
Corrimos por un bosque de palmeras
y cruzamos tres puentes, por encima
Del Neva, el Nilo, el Sena, con estruendo.
Y apareció un instante en la ventana,
Con la mirada nos siguió, curioso,
Un viejo pordiosero; el mismo, por supuesto,
Que falleció en Beirut un año atrás.
¿Dónde me encuentro ahora? Lánguido y alarmado,
El corazón responde en su latido:
«¿Ves aquella estación donde se compra
Un billete a la India de las almas?»
Un letrero… Las letras
Inyectadas de sangre dicen «Verdulería».
Sé que aquí en lugar de coles
En lugar de nabos, venden cabezas muertas.
Y la cabeza me cortó el verdugo
De la camisa roja, la cara de ubre.
Junto a otras, estaba amontonada,
En un cajón resbaladizo, al fondo.
Y ya en el callejón: la valla de madera,
El césped gris, la casa, tres ventanas…
«¡Pare usted, conductor,
Pare usted ahora mismo!»
Máshenka, aquí, tú viviste y cantaste,
Tú me hiciste, a tu novio, un tapiz.
¿Dónde estará tu voz, dónde estará tu cuerpo?
¿Será posible acaso que hayas muerto?
Cómo te lamentabas en tu cuarto,
Mientras yo, con la coleta empolvada,
A presentarme a la zarina iba
Y ya no te vería nunca más.
Ahora lo comprendo: nuestra libertad
Es tan sólo la luz que de allí brota;
Gentes y sombras siguen esperando
A la entrada del zoo de los planetas.
De pronto un viento dulce y familiar:
Se lanzan sobre mí detrás del puente
La mano del jinete con un guante de hierro,
Las patas del caballo encabritado.
Clavado está Isaac en las alturas,
Firmeza fiel de la ortodoxia;
Allí por la salud de mi Máshenka
Celebraré una misa y un funeral por mí.
Y sin embargo el corazón sombrío
Ya para siempre está y cuesta respirar,
Duele vivir… Máshenka: No había pensado nunca
Que se podía amar y sufrir tanto.
1921
(Fuente: Asamblea de palabras)
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