Lobitos
Estuvo caminando por la estepa durante mucho tiempo.
¿A dónde? ¿Para qué?
No lo sabremos nunca.
En la oculta cañada miró un lobo,
O más bien, una loba, mejor dicho, una madre...
Acostada yacía en maleza de ajenjo,
echaba atrás sus patas y mostraba sus dientes.
Desde el cuello cortado le fluía la sangre,
la sangre espesa como el lodazal.
¿Quién? ¿Quién? ¿Quizás un lobo o los perros de caza?
Los tan ciegos lobitos nunca podrán saberlo.
Empujando y quejándose se lamían la piel.
Su madre estaba rígida.
Los lobitos hambrientos olvidaron
cuán imperiosa huele la maleza,
con avidez bebían pegados a su madre.
La tan espesa sangre se iba poniendo fría.
En la sangre fluyeron deseos de venganza.
¿De quién?
Da igual, nunca podrían perdonar.
Se vengarán sin duda, juntos o separados
y si una vez se encuentran, recordarán su duelo.
El hombre fue avanzando su camino.
¿A dónde? ¿Para qué?
No lo sabremos nunca.
Es cazador de lobos.
Mas no quiso tocar a los lobitos.
Su madre ya no puede protegerlos.
(Fuente: Asamblea de palabras)
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