Repetimos
el adjetivo,
nos creemos
esto o aquello,
y decimos lo mismo,
salmodiamos,
nos esdrujulamos,
homogéneos y torpes,
desconocemos la diversidad
y alcances del verbo,
del otro Verbo,
no vibramos
con la ortofosfatasa del mundo
y sus secretos,
retorcemos el calzoncillo
en la soga
y que el ventarrón
y el polvo hagan lo suyo.
Nos amparamos
en la espléndida monotonía
que nos decía Pavese,
nada de espléndida,
astilla seca,
boca ceremonial de tribu
venida a menos,
deconstruida,
tapera;
y a través
y fuera del través,
el producto
inverosímil y soberbio del poeta,
su carne bendita,
su frente de lauros investida,
y su paranoia,
su asco y rechazo,
amo de ilusiones,
devaneos, boludeces,
corcho en el mar,
como todo endriago
y muro de cal/cemento.
- Inédito -
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