POEMA DEL AMOR QUE NO FUE
A Ernesto Cardenal
Yo habría querido ser Carmen o Claudia,
una de las muchachas que amó Ernesto
si yo hubiera sido una de ellas
no lo hubiera defraudado.
¡Ah! pero entonces ese hombre
habría perdido más
de lo que perdieron ellas
por no amarlo.
Un marido simplemente habría sido
otro más de saco y corbata con un oficio:
profesor quizás o hasta abogado
y su soledad nunca habría sido suficiente
ni su silencio
para escribir los versos y poemas
que le inspiró el desamor.
Yo recuerdo en los años setenta
Lo que se me revelaba mientras lo leía.
Él me mostraba cual si lo estuviera viendo
a Bartolomé de las Casas
denunciando el maltrato que los españoles daban a los indígenas
Ernesto a mí me hizo asomarme al principio de estas tierras cuando la codicia y la esclavitud no se conocían, cuando Gonzalo Fernández de Oviedo hizo la crónica de la abundancia del Nuevo Mundo
Yo me enamoré más de Nicaragua maravillándome de sus maravillas
De todo eso nos habló Ernesto
cuando escribió El Estrecho Dudoso
uno lee ese poema y se alegra de la estrella
de cuyo polvo emergió el poeta que recogió estas crónicas
las tejió e hilvanó para que nosotros viviéramos como presente ese tiempo antiguo.
En su Hora Cero
Ernesto amasó el pedestal en el que colocamos a Sandino,
habló de ese “nicaragüense en el extranjero
un “nica” de Niquinohomo
trabajando en la Huasteca Petroleum Co. de Tampico
Los versos de Ernesto hechos música
fueron banda sonora de la Revolución Sandinista
“¿Qué es aquella luz allá lejos? ¿Es una estrella?
Es la luz de Sandino en la montaña negra”
La poesía de Ernesto más poderosa
que una ametralladora 50;
un arma que no mataba pero que entraba como un proyectil
en la conciencia.
Yo tengo aún en mis ojos la imagen de otro poema, el Canto Nacional, mimeografiado,
las hojas engrapadas pasadas de mano en mano.
Un poema clandestino donde se enumeraba a los pájaros
Yo habría querido ser una de las muchachas
que amó Ernesto
pero si ellas le hubiesen correspondido
no existirían sus epigramas, sus salmos
ni Solentiname,
la única utopía que llegó a ser real en América Latina
no el lugar que no es; sino el lugar que fue
donde Ernesto dijo misa y enseñó a escribir poesía.
Pocas veces se ha visto un uso más fructífero de la nostalgia
que la que hizo el poeta;
la sublimación del amor humano por el divino
el paso de la Tierra al Universo y Pluriverso,
al hombre quieto asomado en la noche oscura al telescopio
“Cuando no tengas respuestas –nos dice- mira las estrellas
(las estrellas que están en tu retina)
No es que respondan. También ellas preguntan
Mirándonos a nosotros, habitantes de una estrella”
La poesía sale de sus libros
Para tornarse escudo contra la iniquidad
Por obra y gracia de su palabra
somos todos las muchachas que amó
Y que lo amamos.
20 Enero, 2017
(Fuente: Letras nómadas)
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