domingo, 22 de enero de 2023

Natalia Ginzburg (Palermo, 1916-Roma, 1991)

 

estaciones













 
 
 
Quien ha olvidado el invierno
No merece la primavera,
Quien ha olvidado el campo
No debe caminar por la ciudad.
La chica salía sola
Y amaba caminar en silencio:
Como no usaba sombrero,
No agradaba a la gente.
Sus hombros curvos y flacos
Decían: no quiero a nadie;
Yo sólo quiero
Caminar por la ciudad.
Quien no reconoce el rostro
De la pasión no debe
No debe existir en el mundo.
La chica que fumaba, tendida
En el sofá, que callaba sola,
No necesita olvidarla:
Si ha terminado su tiempo,
Su cuerpo ha dado hijos,
Como lo hace una mujer.
Quien ha visto el cielo en el ocaso,
No debe olvidar la mañana,
Porque la vida que nos es dada
Es esta: morir y nacer,
Nacer y morir, cada día.
La chica que salía en silencio
No está más, pero quizá sus hijos,
Nacidos de su cuerpo, un día
Querrán salir solos,
En silencio, a desafiar a la gente.

[1941]
 

N. del T.: Según Enrica Cavina, Natalia Ginzburg escribió este poema durante su confinamiento junto con su marido, Leone Ginzburg, en Pizzoli, un pueblo a 15 kilómetros de Aquila, en los Abruzos. El confinamiento del matrimonio y sus dos hijos, Carlo y Andrea, se extendió entre 1941 y 1943. En el confinamiento nació su hija Alessandra. Leone fue arrestado en el mismo año de 1943 en una imprenta clandestina y murió en el sector alemán de la cárcel de Regina Coeli en febrero de 1944.

***

Versión de Jorge Aulicino
Otra iglesia es imposible

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Stagioni 



Chi ha dimenticato l’inverno 
Non merita la primavera, 
Chi ha dimenticato la campagna 
Non deve camminare in città. 
La ragazza usciva sola 
E amava camminare in silenzio: 
Siccome non portava il cappello 
Riusciva sgradita alla gente. 
Le sue spalle curve e magre 
Dicevano: io non voglio nessuno; 
Io voglio soltanto 
Camminare in città. 
Chi non riconosce il volto 
Della passione, non deve 
Non deve esistere al mondo. 
La ragazza che fumava, sdraiata 
Sul divano, che taceva sola, 
Non bisogna dimenticarla 
Se pure è finito il suo tempo, 
Se il suo corpo ha dato dei figli 
Come una donna può fare. 
Chi ha veduto il cielo al tramonto 
Non deve dimenticare il mattino, 
Poiché la vita che ci è data 
È questa: morire e nascere, 
Nascere e morire, ogni giorno. 
La ragazza che usciva in silenzio 
Non c’è più, ma forse i suoi figli, 
Nati dal suo corpo, un giorno 
Vorranno uscire da soli, 
In silenzio, a sfidare la gente.
 
 
(Fuente: La comparecencia infinita)

 

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