Orgullento y
descalzo doy zancadas por la calle
quien quiera mi camisa se la
doy.
Sólo el que da recibe. El indeseable
indesea el
mundo. El talón lastimado de su pie
patea como un meteoro. Y la
tenue oscuridad detrás
de la ilusión azul se levanta como el
altar de un templo
en una tierra abandonada. Incapaces de
aprender
a morir, todos perecen sin gracia.
Para tanta
serpiente, Laocoonte dio bastante batalla.
(Fuente y traducción: Ezequiel Zaidenwerg)
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